domingo, 16 de junio de 2013

OTRO PERRITO CALIENTE - Mauro

El picante explota. Sin saber esto, todavía, el joven empieza a arrepentirse del pancho grill picante alemán que acaba de comprar en la panchería, que después, al mirar el logo de las servilletas, se entera que es austríaca. El joven quiere pensar que lo ven como un trabajador duro, es decir, como albañil, un obrero o algo por estilo; recién salido del trabajo, donde, en realidad, hace cosas con las manos, algo de artesanía y demas, pero lejos de ser duro. y lleva ropa manchada y con mugre. Pero su pancho de lujo, mejor pensar eso, por lo caro que le ha salido, aunque últimamente todo aumenta, mejor pensar eso también, porque solo es un pancho; con picante, que encima pudo probar porque le advirtieron lo picante que era y cuando lo hizo y la lengua ardiendo le dijo que no, él dijo que sí, ponele un toque. El picante explota. El joven se ubica afuera, al lado de la ventanilla de la cocina, porque así se puede sentar mientras espera,  así se lo alcanzan cómodamente, para él y para ella. Así se mantiene en la visión, porque es linda pero nada del otro mundo. Y aunque el joven no pretende nada, al menos que se dé de casualidad, le gusta esa cosa de llamar la atención, mandar alguna señal que podría llamarse de atracción desinteresada, y cuando por fin le traen el pancho el joven sonríe y dice gracias. Y el que se lo da es el otro que atiende, un chico común que tiene un corte rapado, más a los costados que  arriba, y tiene aritos fosforecentes en la boca, y éste, entonces,  entrega el pancho austriaco por la ventanilla y el joven cliente, que démosle el lujo de ser un albañil o un obrero,  agradece y sonríe. Y lo hace mirando por encima del hombro del chico común, así ella puede alcanzar a verlo. Y mientras,  al mismo tiempo que ocurre todo esto,  un tipo tatuado aparece caminando acompañado de  un perro diminuto, y en una mano lleva un martillo gigante, mejor dicho una maza, y en la otra lleva un pico. El joven muerde. Martillo. Y el hombre tatuado desaparece apenas doblando la esquina, y el picante hace su trabajo. Primero. Un martillazo fuerte. Quema todo, chispazos que asustan, y el primer trago de coca cola para el alivio, de todos, porque los gritos así no llegan a escucharse. Dicen que la coca cola oxida los huesos, y así de naranja están las llamas, el picante explota más fuerte, y  por alguna razón el sonido es agudo. Termina: El hombre tatuado vuelve solo, se aleja solo, con las manos vacías. Sin compañía. El joven sigue con hambre.

En el mostrador le pide, a ella, que llora. Él le pide, por favor, otro perrito caliente.

2 comentarios:

  1. Me encanta, sabés por qué? Porque adoro, realmente adoro los escritos sobre la vida cotidiana. Me gustó muchísimo. Es similar (bueno, al menos, así lo veo yo), al de Teresita con el cuento de la descripción de como bajar una escalera. Son descriptivos, por eso me gustan tanto.

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