El picante explota. Sin saber esto, todavía, el joven
empieza a arrepentirse del pancho grill picante alemán que acaba de comprar en
la panchería, que después, al mirar el logo de las servilletas, se entera que
es austríaca. El joven quiere pensar que lo ven como un trabajador duro, es
decir, como albañil, un obrero o algo por estilo; recién salido del trabajo,
donde, en realidad, hace cosas con las manos, algo de artesanía y demas, pero lejos de
ser duro. y lleva ropa manchada y con mugre. Pero su pancho de lujo, mejor pensar
eso, por lo caro que le ha salido, aunque últimamente todo aumenta, mejor
pensar eso también, porque solo es un pancho; con picante, que encima pudo
probar porque le advirtieron lo picante que era y cuando lo hizo y la lengua
ardiendo le dijo que no, él dijo que sí, ponele un toque. El picante explota.
El joven se ubica afuera, al lado de la ventanilla de la cocina, porque así se
puede sentar mientras espera, así se lo
alcanzan cómodamente, para él y para ella. Así se mantiene en la visión, porque
es linda pero nada del otro mundo. Y aunque el joven no pretende nada, al menos
que se dé de casualidad, le gusta esa cosa de llamar la atención, mandar alguna
señal que podría llamarse de atracción desinteresada, y cuando por fin le traen
el pancho el joven sonríe y dice gracias. Y el que se lo da es el otro que
atiende, un chico común que tiene un corte rapado, más a los costados que arriba, y tiene aritos fosforecentes en la
boca, y éste, entonces, entrega el
pancho austriaco por la ventanilla y el joven cliente, que démosle el lujo de
ser un albañil o un obrero, agradece y
sonríe. Y lo hace mirando por encima del hombro del chico común, así ella puede
alcanzar a verlo. Y mientras, al mismo
tiempo que ocurre todo esto, un tipo
tatuado aparece caminando acompañado de un perro diminuto, y en una mano lleva un
martillo gigante, mejor dicho una maza, y en la otra lleva un pico. El joven muerde.
Martillo. Y el hombre tatuado desaparece apenas doblando la esquina, y el picante
hace su trabajo. Primero. Un martillazo fuerte. Quema todo, chispazos que
asustan, y el primer trago de coca cola para el alivio, de todos, porque los
gritos así no llegan a escucharse. Dicen que la coca cola oxida los huesos, y
así de naranja están las llamas, el picante explota más fuerte, y por alguna razón el sonido es agudo. Termina:
El hombre tatuado vuelve solo, se aleja solo, con las manos vacías. Sin
compañía. El joven sigue con hambre.
En el mostrador le pide, a ella,
que llora. Él le pide, por favor, otro perrito caliente.
Me encanta, sabés por qué? Porque adoro, realmente adoro los escritos sobre la vida cotidiana. Me gustó muchísimo. Es similar (bueno, al menos, así lo veo yo), al de Teresita con el cuento de la descripción de como bajar una escalera. Son descriptivos, por eso me gustan tanto.
ResponderEliminarmauro sos un re capísimo.
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