Cabello
negro como el terciopelo que cubre la piel del caballo que monta el rey, y tan
suelto como las crines que nacen de su cabeza.
Piel
aceitunada por la herencia y por el sol, y las rarezas propias de la mezcla.
Se la nombra
proveniente del este, cuando el astrónomo figura a Mintaka, naciendo ese día
antes que sus dos hermanas, en ese punto cardinal.
En un recinto
de piedra caliza pulida, levita sobre el piso frío que recuerda batallas
ganadas y que forman el paisaje de lo que ella llama cadena.
Escribe en
hojas secas, camina descalza.
La
melancolía que padece es legendaria. Sufre por conocer las regiones de más
allá, y a los vencidos, cruzando la tierra.
Escapa una vez.
Corre en la
noche atravesando de par en par la margen del río, llegando hasta naciones
extrañas.
En otro tiempo
tiene a Siret, y en otro más lejano aún, una carta llega anunciando la escena.
Vuelve a ocupar
su lugar.
Es sentada en
un banquete, obligada a vestir con la piel del animal que su padre solía cazar,
mientras un artesano cincela la estela.
El pelo
azabache atado tirante, la piel ajada como papiro en el tiempo. Cayado y
flagelo se vuelven sus cetros e inician el molde que aprisiona su paz.
Mira con
desorden a Siret que la observa por última vez, con llanto de niño desde la
puerta, y el silencio del grito retumba tan fuerte que se mueven las paredes de
piedra.
Nefertiabet
al oeste agoniza, se destila pequeña, como serpiente que muere descamada, sobre
el estrato calcinador de la arena.
Guau amiga!!!! que historia y eso que no le di clases de historia jjja muy muy buena, va otra de tus tantas porquerías jajaja
ResponderEliminarAlejandra