Impunidad
Impunidad,
palabra que forma parte nuestras conversaciones cotidianas, sin sentarnos ni
siquiera un segundo a pensar en que contexto la aplicamos. Solemos hablar de impunidad política, económica o estatal, pero muchas veces
nos olvidamos de esa impunidad cotidiana, la que ostenta la gente común
cuando lastima, hiere, agrede o insulta gratuitamente sin pensar que enfrente
suyo tienen una persona tan humana como ellos….
El viento fresco
que venía del río, hacia que la noche fuera aun más maravillosa, noche de luna
llena, pensó al cerrar la puerta del departamento. Lara había decidido encontrarse con un grupo de
amigas a las que no veía hacía algún tiempo, aprovechando sus últimos días de vacaciones. En esas reuniones
solían repetir viejas costumbres: beber un buen trago, pedir una picada y
charlar, sobre todo charlar. Los temas y las risas solían mezclarse
atropelladamente como en toda reunión de
mujeres: el trabajo, la familia, los hijos, sexo y hombres, esos hombres que nunca faltan.
Nunca imaginó
que un simple mensaje de texto, mensaje al que en un primer momento intentó no
prestarle atención para poder seguir con la charla, hiciera que aquellas
preguntas que habían sido “cajoneadas” en su memoria tanto tiempo atrás
hallaran su respuesta.
Lo leyó tratando de que el resto no registrara la expresión de su cara, la que
oscilaba entre el asombro y la felicidad -¿A
qué no sabés a quién vi?...- dos líneas, tan solo dos líneas. Pretendía
disimular la excitación que ese pequeño-gran
mensaje le generaba, no sabía si tomarse el trago de golpe para
recuperar la respiración, continuar con la charla u ordenarle a su mente que dejara la euforia
para más tarde. La reunión se le hacía interminable deseaba quedarse a solas
para poder liberar sin reparos todo lo que aquel mensaje le generaba.
Apenas subió al taxi que la llevaba de regreso
a su casa, leyó el mensaje, una y mil veces, automáticamente lo guardó para que
no se perdiera, necesitaba que se quedara allí, en su celular para volver a
verlo cada vez que quisiera. Su cabeza no paraba, tantos años sin saber ni una
palabra de él, tantos momentos que pedían permiso para volver a ocupar su
lugar.
Lara insistió y
mucho para que una amiga en común organizara un encuentro, necesitaba verlo,
hablarle, pedirle perdón, ese perdón que había guardado por más de quince años.
Diferentes sucesos se fueron dando, así sin planearlos, un primer rencuentro, una charla informal con
amigos, miradas cómplices, cuando en realidad los dos necesitaban estar solos.
-¿Te
llevó? Esa pregunta obvia que tuvo una respuesta obvia- Dale!! - Fue lo que dio comienzo a una nueva etapa en esta
historia, lo que ninguno de los dos sabía es que sería la última. Y comenzaron
más mensaje de texto, muchos más cientos, miles, algunos en blanco, una clave cómplice que habían inventado para no
levantar sospechas, él ahora era un hombre casado.
Y llegó esa
charla que nunca habían tenido antes, cuando la pasión, los besos, sus cuerpos
era lo único que importaba. En algún lugar eran otros con otras vidas, más
maduros. Si bien la atracción que sintieron el primer día que se conocieron
seguía intacta, necesitaban decirse “todo”, no podían seguir cajoneando, como
si supieran que ya no había tiempo.
Lara supo apenas
él empezó a hablar que ya no era ese joven
introvertido e inseguro, era un hombre que le daba confesiones inimaginables
para ella, respuestas a sus infinitas preguntas, un hombre sin sueños.
Él hablaba sin
parar, le contaba verdades ocultas, sinceramiento, reproches, un dolor que había guardado por esos quince
años sin verlas y no le había permitido olvidarla.
- ¡No te vayas!- le rogó Lara pero ya no
se podía, eran otros. Cuando la puerta se cerró, a pesar del llanto todo su
pasado se aclaró, con una claridad totalmente transparente. -¿Dónde estaba yo cuando pasaba todo esto?
¿Cómo no me dí cuenta del sufrimiento que le provoque?- se preguntaba. Supo
que había actuado con esa misma impunidad que criticaba en otros. Así Lara pudo
ver como ese simple mensaje de texto había generado nuevas preguntas, las que
quizás tuvieran una única respuesta “SU EGOÍSMO”.