lunes, 29 de julio de 2013

Mauro Litvak - (el de la ranita)

(este es uno de esos que como dijeron ambos coordinadores alguna vez ...ya me pudrí de leerlo yo solo. lo tengo de hace un tiempo...cada vez que lo leo me corrijo algo y se que hay mas por corregir o por omitir. por favor no duden en señalar y corregir libremente... el "titulo" todavia no sé si es el "titulo". 
perdon si el formato es incomodo de leer, lo escribí así y si le saco el formato se pierden un monton de cosas.)



PORQUE ELLA NO SE OCUPA, LA RANITA SE ESCAPA

Después de estar un tiempo mirando nada, veo una ranita saltando. Me sobresalto por la sorpresa, pero rápidamente, por el movimiento, supongo, me doy cuenta de que es una ranita. Una vez que estoy segura, me decido a atenderla: Con algo de torpeza le digo “hola”. No me responde, se mueve. “o eso quisiste decir” le pregunto, y ya no se mueve. Ahora creo que estamos hablando. Se queda quieta un segundo y pega un par de pequeños saltitos, sin escapar. Le hago un gesto, como preguntando a donde quiere ir. Entonces, mientras la ranita me mira asustada, el ruido de ellos inunda el clima. La rana no consigue esconderse.
     Mi novio y sus amigos habían salido a dar una vuelta. Estamos en el sótano de uno de ellos y vienen de comprar algo en la Shell, y supongo que fumaron faso. Mi novio y el anfitrión bajan haciendo un ruido torpe, como rompiendo un triste silencio.
Ellos se sorprenden y hacen exclamaciones: “una rana boludo!” y primero reaccionan con susto, después se ríen (de ellos mismos, supongo) y quieren conseguir atraparla. Mi novio se apura a decir “es una rana chabón, agarrála” y el otro se apura, entonces, a querer agarrar. La rana escapa de a cortos saltitos. Muy rápidos, ellos se asustan con cada brinco y reaccionan al instante, es gracioso. Me gusta pensarlo como un trémolo visual, la secuencia se corta y se detiene rápidamente, sin ser abrupto ni torpe, como si faltaran fotogramas. Los muchachos escandalizados, no parecen llegar nunca, la ranita sabe que estoy de su lado. Dije gracioso, me arrepiento, no sé, me invade la tristeza. El aire me aprieta con un dedo afilado, hay extremo peligro, adrenalina; ella me mira, imaginen sus ojos ahora, no son saltones, explotan, los míos también. Hola le grito. Creo que no me escuchó. Es que no hay más tiempo, ellos se acercan.

Hoy es el día del fin del mundo. Estamos de noche en el jueves 20 de diciembre del 2012. Mi novio y un amigo querían juntarse a escuchar discos pero fracasó la reunión. Nadie cumplió con la idea de armarse un buen compilado de canciones apocalípticas, o algo así. Durante mucho tiempo estuvieron entusiasmados con esa idea, y tomar unas birras, pero hoy que llegó el día nadie se acordó y no hay nada de eso. Al principal amigo, con el que tuvo la maravillosa idea mi novio, le dio paja venir. Pero el anfitrión se acordó sobre la hora y estamos en su casa. Estamos la mitad de los pensados.Y tomando cerveza. Y creo que fumaron faso. Así que me río y juego con una ranita. Que ellos tratan de atrapar.
     Pero tienen miedo. Mi novio dice que le parece una ranita preciosa y que no se anima, el amigo amaga un intento, pero tampoco. Le da cosa. Así entonces se acuerdan del otro, el amigo faltante. Creo que está en el baño. Tal vez porque es el más grandote, parece más rudo, puede que sea por una cuestión social (que yo creo que no existe pero es parte de nuestra cultura en este momento, y no aprendo a superarlo) o tal vez porque es de un barrio supuestamente más bajo y tiene “más vida”. No sé, creo que por eso suponen que, tal vez, el amigo del baño, pueda agarrar a mi amiga la ranita. Para llevarla afuera hay que hacer un trámite bastante espantoso para el anfitrión. Que, encima, ofrece una especie de invitación (de compromiso, me parece) diciendo “uh, encima hay que llevarla afuera, que quilombo”. Lo que mi novio interpreta es que hay que agarrar a la ranita y subir las escaleras del sótano, abrir una puerta de madera pesada y caminar por un largo hall de entrada de una casa antigua y enorme, con piso de madera. Todo hace un ruido terrible, hacerlo; con una ranita, y, encima, abrir alguna de las ventanas de madera, pesadas y enormes, para dejarla libre es el “quilombo” al que se refiere el anfitrión. Porque están los abuelos durmiendo. Entonces, en ese momento, escuchamos a Rúben.
Rúben estaba en el baño. Cuando volvieron de la rondita de faso, mi novio y el anfitrión bajaron, y Rúben fue directo a no sé qué. Entonces ahora se escucha el ruido de la cadena y piensan que seguro Rúben puede sacar a la ranita. Cuando se dieron cuenta que estaban salvados se relajaron bastante. Mi novio se acerca y pregunta  “¿viste eso?”, le digo que sí, y que también me parece simpática, “es linda”. Le dije que la dejemos con nosotros.  El anfitrión se estaba prendiendo un cigarrillo y dijo que no, que no podía tener una rana en el sótano, porque su viejo que blablablá. Mi novio se ríe y me pregunta que porqué me parece simpática. Le digo que hablé con ella muy poco pero que me saludó muy amable. Entonces mi novio insiste en que se quede con nosotros, que la dejemos escuchar música, tomar birra y eso. Es que, aunque nadie había hecho compilados apocalípticos, estamos escuchando un disco de los Bush Tetras que puse yo, por suerte. Pero demasiado tarde, Rúben ya está bajando, pobrecita. Alarmado y orgulloso de su descubrimiento grita: “che una rana, boludo… Hay que sacarla”.
Yo no quise decir nada, mi novio dijo que la ranita hablaba y qué como es simpática podíamos incluirla, el anfitrión se cagó de risa con eso, después dijo que no, y Rúben preguntó qué si la sacaba. Le dije que no y él me dijo, con tono bromista seductor, “¿cómo qué no?” y yo le contesté, siguiendo su joda, su tono: “¿qué no que, eh, qué no qué? Y nos reímos, y el anfitrión dijo “algo tenemos que hacer”.
Afuera era un quilombo sacarla, además no sabíamos quién iba a hacerlo. Porque como había pensado mi novio, supongo: que no es lo mismo hacerlo con la rana 20 segundos, en la mano, y tener una ventana cerca o algo, y rápido poder liberarla; que toda una travesía tenebrosa, por el acecho de los abuelos y los ruidos de la madera chillona. Y el peligro que eso conlleva. (Lamento decir esa palabra, pero no encuentro otra mejor). Ahora Rúben decide sacarla, “ya fue”. La discusión empieza: que si es bardo, el ruido, que no la podemos dejar acá. Ese tipo de cosas. Yo no digo nada, sabían mi opinión. Un poco me río, porque me gusta.
Al fin la ranita es agarrada. Después de bastante esfuerzo, y no se crean que no ayudé, aunque tardé un poco. Rúben pudo agarrarla. Viscosa en la mano de ella se resbala, apretar y ceder al dolor ajeno, sentirse sorprendida por el daño ocasionado y gritar y reir nerviosamente, mirar su mano enchastrada y secarse con la ropa, volver la mirada hacia adentro y no poder verse por la parálisis del colapso de la vergüenza.  Decía,… que (Rúben) ya lo había hecho un par de veces. Que en la granja en la que trabajaba el viejo solían pasar esas cosas. Nosotros sabíamos, vagamente, que un par de veces recolectó huevos, y yo supongo que limpiaba bosta de caballo. Pero ahora lo que hacía era tenerla sujetada con fuerza, apretujándola, y sin pensar en el bienestar de ella ni un segundo. Entonces la miré con pena y le dediqué un saludo silencioso. Ella con dificultad, y gesto de dolor y terror, me miró con ojos cargados y explosivos, a punto de reventar, saliéndose de sus huecos gelatinosos y verdes, apuntándome, gritándome,  de bronca, como diciendo cobarde, y yo primero no entendí, ¿Qué pasaba? quise pedirle perdón. Pero creo que no me escuchó: Rúben subía las escaleras con la ranita sufriendo en sus manos.
Me siento horrorosa. Los huesos pesan demasiado y la garganta se achica. Fui mala, no hice nada, estuve juzgando y juzgando. Riéndome. No hice nada por la ranita y ella, ahora, me odia.
Me levanto, angustiada, y me hago la distraída, mi novio me mira y se acerca. Mientras, el anfitrión le dice a Rúben que tenga cuidado, que no haga ruido. Y Rúben, que ya estaba subiendo, le dice que sí, quédate tranquilo. Yo estoy angustiada y mi novio se acerca y me agarra de la cintura; un poco sexi y creo que me gusta, pero no ahora. Me siento mal y angustiada. Se da cuenta y siento que me mira raro, pero lo ignoro. Me mira más raro, como diciendo que la rara soy yo. Pero a él no le importa la ranita, que Rúben aprieta, estrangula…
Entonces ella se preocupa. Y está tan preocupada porque no pudo ocuparse. Ella no llega a alcanzar a Rúben. No se ocupó y dudó mucho, todo el tiempo. Entonces cuando ella llama Rubén; Rúben abre la puerta. Entonces todos sabemos que el peligro de los abuelos acecha…Lo que pasa es que la puerta no abre y Rúben, sorprendido, deja caer la ranita. Que libre, y aliviada, logra esconderse en el sótano.


Cuando estuvimos de nuevo juntos, todo empieza de vuelta:
Yo me senté cómoda pero inquieta, en silencio. Así no llamo la atención. Y el anfitrión que dice “che!”, mientras se prende un cigarrillo. Y Rúben dice “che, no abre”. Yo me quedo en silencio y veo que mi novio se mueve nervioso, se da vuelta y hace gestos preocupación.

 La ranita los mira desde atrás de un cuadro
El cuadro apoyado en el piso es de Vilas. Una gigantografía enmarcada del tenista de joven. Con su bincha clásica y dando un revés. Ella lo está mirando desde una silla muy cómoda. La luz alumbra la parte del cuadro, el fondo del sótano. Y a la derecha está la escalera, donde está Rúben sentando. En el medio hay una mesa cubierta de un mantel de pool, donde está el anfitrión. El novio, más bien, del otro lado del cuarto, que no es muy ancho, se mueve al ritmo de la música. Incluso se da cuenta de que le están prestando atención, y va y le sube. Suenan los Bush tetras, al mango,you can’t be funky / you can’t be funky
Me mira y sonríe. Creo que mi novio y sus amigos están fumados. Es obvio y me altera. No tengo razón y no puedo demostrar nada porque nada me justifica. Espero que no se den cuenta, encima quiero salvar a la ranita. Y me parece que se han olvidado. Rúben repite pero nadie le presta mucha atención: “che, no abre!”(…)”¿se dan cuenta que..?” y lo miro y me mira, levanta las cejas, como si algo brillante hubiera dicho, nadie dice nada, mi novio sigue bailandoYou can't be funky / You can't be funky. El anfitrión está sentado con su cigarrillo y sus pensamientos, tal vez el futbol o alguna fantasía homosexual, o tal vez no piense. El anfitrión no funciona muy bien sin condimentos, o mejor dicho, sin nafta, se pide nafta, piensa y después: lentamente, y casi con esfuerzo, y un suspiro, mira una cerveza. Y todo esto con mucha lentitud, y como si su mente realmente pesara demasiado, como si fuera todo; el anfitrión agarra la botella, la mueve, está vacía.
-  che que paja. No hay más birra
-  che, no abre –
- fíjate bien, a veces se traba – dice el anfitrión
- no abre boludo, fíjate. – responde Rúben.
     Yo desde mi lugar, cómodamente sentada pregunto si estamos encerrados en el sótano el día del fin del mundo. Y todos empiezan a cagarse de risa. Yo también me río un poco.
     La ranita, atrás del cuadro de Vilas, los sigue mirando.
Me levanto y me acerco a mi novio.Hago un par de movimientos ligeros y a ritmo, pero no quiero bailar.Solo estiro el tiempo, y lo que hago es buscar a la ranita. Ellos claramente se han olvidado. Empiezan a estar preocupados por lo de la puerta. Rúben un poco, casi demasiado. Al cabo de unos minutos, mientras yo estoy atenta al piso y fijándome atrás de los muebles y eso, veo que los tres suben la escalera y forcejean el picaporte. “qué raro!” dice el anfitrión. “Llamemos a tu viejo” le dice alguno.Ya no les presto mucha atención y me acerco a un cuadro, de un tenista. Me pregunto qué clase de persona tiene un cuadro de un tenista en su casa. El cuadro está apoyado sobre el piso, inclinado hacia atrás para mantenerse parado, así se mantine, por el ángulo que forma, como una cueva, en relación a los noventa grados del piso y la pared; y yo mientras: me acerco. Camino agachada y atenta, la cueva que se forma entre el cuadro y la pared está totalmente oscura. Escucho de arriba: “no hay señal, no puedo, no creo que ninguno tenga señal, boludo”. Desde pequeña me pasa que a veces no coordino bien al caminar, más que nada es al caminar, con las manos si soy buena, pero camino mal y eso, y me costó muchísimo aprender a andar en bicicleta por ejemplo. Porque mi pie derecho avanza cuando no debe y golpea el cuadro, un puntapié seco y fuerte, ¡PLAC! El cuadro se cierra de golpe. Ruido seco y fuerte, contra la pared. Los chicos se asoman, bajan corriendo, preguntan qué pasó. Los miro, pido perdón, fue sin querer. La foto del tenista estaba completamente recta, contra la pared, noventa grados, la corrí para ponerla como estaba, formando la cueva de vuelta. Veo como sus rostros se agrandan, se expanden mejor dicho. Sus ojos, sus bocas, se forman tres OH perfectas y al simultáneo, todo en silencio. Lo sé: verde viscoso aplastado, la ranita muriendo.


“La concha de cristo” dijo mi novio. Yo hice un ruido raro, estaba realmente apenada. Me impresionó mucho y sentí muchísima culpa. Realmente no estaba bien eso, no era justo. Pobre ranita.
Cosas como “que garrón, la puta madre y ¡uh boludo!” decían los chicos. Yo me tapé la boca y la seguí observando un rato, me llené de horror, estaba enojadísima conmigo mismo. Me di vuelta y me senté en la silla más cómoda. Ahora estábamos encerrados en el sótano el día del fin del mundo con una ranita muerta. Más que nunca había que sacarla afuera, yo quería despedirla como dios manda, de verdad, me sentía triste y con muchísima pena. Mi novio se me acercó y me dio un beso en el cachete, yo quería llorar, pero no lo hice. Entonces:
Rúben repite “che, se mueve”. Al anfitrión algo de todo aquello le resultaba muy gracioso, a Rúben, entonces, también. Estoy segura que fumaron. Mi novio decía que era un asco, que garrón y todo eso. Yo empecé a putear a Rúben, que se reía muchísimo y se hacía el canchero. Le dije que cierre el orto, “pelotudo!” pero creo que nadie deja de hacer nada por esas palabrotas, y menos Rúben, que cuando quiere es un sorete. Más cuando está fumado, y eso. Mi novio la intentaba caretear con ese tema, realmente no quería quedar como un boludo en frente mío, me doy cuenta, aunque pienso que él no debería reprimir tanto sus sentimientos, en general, pero más cuando está loco, porque sería mucho más piola y posiblemente no me molestaría…de verdad la ranita movía sus patas y yo no quise levantarme. Pedí que hagan algo, mi novio dijo “si, dale loco, ya fue” y Rúben dijo “bueno, pero yo ya la toqué.” Todos nos quedamos mirando al anfitrión, que tardó en reaccionar y nos fue mirando uno a uno. Dijo que no, ni a palos. Entonces mi novio le dijo que bueno, que iba a quedar la ranita muerta ahí, siempre, hasta podrirse. El anfitrión lo miró con cara de bronca, seguido de una sonrisa, todos se rieron: “hacélo vos” dijo. Nos quedamos en silencio un momento.
Antes de pensar en cómo sacarla afuera, o despedirla como dios manda, o lo que sea;lo que hay que hacer es sacrificarla. Habían pasado varios minutos y la ranita seguía viva, o eso creemos. Estaba sufriendo. Alguien tenía que matarla.
La cosa estaba entre mi novio y el anfitrión, la excusa de Rúben era válida, o por lo menos irreprochable. Él ya lo había hecho, o por lo menos intentado. No sé muy bien por qué, a mí ni me miraron.
     La bolsa que adentro tiene una rana rebota tres o cuatro veces. Las ranas tienen huesos finitos y crujientes. Suenan, se parten, se astillan. Todo se escucha y resuena en el baño. Las caras de los espectadores en silencio, reflejan dolor, o lo intentan, algunas más sinceras que otras. La única chica se tapa las orejas, su cara triste, de verdad, se siente culpable, angustiada. El anfitrión es el verdugo. Estalla, en el baño, una bolsa con una ranita agonizante adentro.Hasta que se deje de mover por completo no para. Son tres o cuatro los golpes, y la bolsa rebota.
- ¿Listo? – pregunta mi novio
- Sí, creo que ha muerto – responde el verdugo.


Estamos en silencio desde hace un rato. El anfitrión la verdad que tuvo coraje. Dejó la bolsa quieta en el baño y bajó. Quedaba un poco de cerveza y se la sirvió toda para él. Nadie le dijo nada.
-¿qué hora es? – pregunta Rúben al rato.
- las tres y algo – responde mi novio – queda una birra ¿la traigo?
     Nos acordamos. “la concha de cristo”. Sube y se escucha que intenta de nuevo. La puerta no abre. “pobre ranita” dice, debe estar viendo la bolsa. Se escucha que intenta de nuevo, no abre. Baja y todos lo miramos, nadie dice nada. Silencio.
Estamos en el sótano encerrados, me quedo dormida. Cuando despierto los chicos están acostados también.Cada uno donde pudo. Creo que voy a dar una vuelta. Me levanto sin hacer ruido. Rúben se agarró el mejor lugar, el sillón de dos plazas, y él ocupa ambas. En la misma silla, con medio vaso de birra caliente, duerme el anfitrión. Y mi novio, también dormido, me pregunto cómo, debe estar incomodo, contra la pared, sentado, al lado del cuadro del tenista. Paso en silencio sin hacer ruido y subo las escaleras. Entro al baño, veo la bolsa pero no la miro. En el espejo me odio, me siento. Hago pis con los ojos cerrados. No hay papel. “que poronga!” susurro. En el espejo me odio de nuevo mientras me lavo las manos y, ¿recuerdan eso de que camino mal? Va de nuevo:
     La chica camina como si se odiara, como si estuviera viendo su odio. De tal forma que no se mira, por lo tanto, camina mal. Al dar un paso hacia atrás pisa una bolsa que hay en el suelo. La bolsa contiene una ranita aplastada y triturada. El pie de la joven se hunde despacio y, con la torpe reacción del susto, despega muy rápido. Entonces la chica empieza a gritar. Golpea el espejo y las paredes, grita muchísimo. Tres varones de su misma edad suben corriendo la escalera. No llegan a terminar sus palabras, que supongamos que son de preocupación - juzgo por sus rostros - que ella los empuja. Los tres jóvenes habían subido corriendo uno tras otro por una escalera finísima.Con el empujón se genera el famoso efecto dominó. Los varones van cayendo, amontonándose en  el suelo del sótano. La chica fuera de sí golpea la otra puerta que hay arriba de las escaleras, la que comunica ese baño y el sótano con el resto de la casa. Pero no, está cerrada, y del otro lado... no hay respuesta. Entonces:

Ella se hecha, acurrucada, doblada sobre sí, con las manos tapando su rostro. En crisis nerviosa, sola, o mejor dicho, con una rana y tres amigos, todos muertos, en un sótano, el día del fin del mundo, está encerrada.

domingo, 28 de julio de 2013

Cortitito. Pablo

Es intranscendente para la historia, pero me gusta, y es cortito:

-“Y no. ¿Pedimos otro café?”-, -“Dale, sí”-, Daniela Díaz Caldera levantó la mano derecha para llamarle la atención al mozo, cuando este la miró, le mostró los dedos índice y mayor formando una V, después le hizo la seña internacional de café. El mozo puso cara de pregunta y moviendo su cabeza de arriba abajo le devolvió el símbolo de mostrar los dedos índice y mayor en V. -“Sí”- dijo Daniela Díaz Caldera en voz baja mientras le devolvía el gesto y movía su cabeza afirmativamente. -“Bueno, ya está. ¿Por dónde íbamos?”-

lunes, 22 de julio de 2013

Un Grito Al Aire - Daniel S.

     
     No es que sea la hombría o la valentía. Es hasta incluso con placer que digo la música me hace llorar, llegando hasta lo recóndito de mi sentir, objeto difícil por pura definición de la cosa en sí y de quien la lleva consigo.
      A veces todo es tan difícil, que resulta una extrañeza detenerse, escuchar una canción y sentir las lágrimas caer sin un por qué. ¿Será que tanta dureza nos endurece? ¿Será que es esto lo que íbamos a ser? ¿Será? 
      La vida, el placer, lo esquivo que tanto se quiere, lo que aburre y abunda y tanto en el medio, tanto en el medio. Un grito al aire, desesperación en forma de notas, nadie entiende, todos entienden. La vida, el placer, lo divino, vos, yo, él, ella y nosotros, acá o allá, acá y allá. 

Nunca sentí amor como este.
El viento, la luna, la tierra, el cielo.
El cielo tan arriba.
Nunca sentí dolor como este.
Todo muere, para luego morir.

Porque siempre alguien te besa,
cuando estás cayendo.

      Si tan sólo pudiéramos hacer eso que podemos pero que no sabemos qué es.



domingo, 21 de julio de 2013

Un capìtulo de proyecto- Alejandra


La “colimba”


  Aquella calurosa mañana de Diciembre, Luis se vistió rápidamente, se lo notaba ansioso..., tomo unos mates cebados por su esposa, como hacía  cada mañana, e intercambiaron algunas palabras sobre que harían ese día.

- Ahora me voy con los muchachos al bar de Don Carlos a escuchar todos juntos el sorteo de la colimba.5

- Si, me acordaba. Pero, estando casado y con dos hijos igual la tenés que hacer?

- No, en el Comité me estuvieron explicando cuales eran los trámites que tengo que hacer para la excepción. Bueno negrita nos vemos después. Se despidió de su familia con un beso y se marchó.

Caminó a paso acelerado hasta la casa de  su amigo Florentino y juntos se encaminaron para el bar de Don Carlos...
 El humo de los cigarrillos, el olor a café, el murmullo y el nerviosismo de ese grupo de muchachos que esperaban el sorteo de la lotería nacional para ver si por un año o dos su destino cambiaba, daban al lugar un clima muy especial.
Luis a pesar de que su condición de hombre casado lo ubicaba en un lugar de privilegio, no podía dejar de temer que los dichosos trámites no dieran el resultado esperado y finalmente tuviera que cumplir con su obligación cívica.....

-          Carajo, como puedo tener tanta mala suerte! Marina...?. Murmuro entre dientes.

 Luis sabía lo que ello implicaba debería estar lejos de Delia y los chicos por dos largos años.
Automáticamente surgieron en él las preocupaciones: quien los cuidaría, como harían para mantenerse sin su trabajo, pero a pesar de estos turbios pensamiento se fue a trabajar y decidió contarle la noticia recién a la noche.
Transcurrían los primeros días de 1926 y una pocas pertenencias se encontraban ya en un bolso que le habían prestado. Luis trato que la despedida con su familia fuera lo más rápida posible, quizás así se hiciera más fácil para todos......
-Chau negrita los voy a extrañar, cuídense mucho...cerro la puerta de su casa y se dirigió a la casa de sus padres para despedirse y pedirles, aunque sabía que no hacia falta, que se ocuparan de los suyos.
La llegada a Buenos Aires le provocaba sentimientos encontrados, asombro y admiración por un lado y tristeza por otro. Sin perder tiempo se presentó en el lugar que le habían indicado allí le informaron que había sido destinado al crucero acorazado “Garibaldi”
-                     Bueno pibe ya que trabajaste de mozo te vamos a  poner en la cocina. ¿Sabés cocinar? Solo se animó a esbozar un sí, después de todo no era un lugar tan malo. Esa fueron las primeras órdenes que recibió como conscripto e inmediatamente le indicaron que se presentara puntualmente el 9 a la seis de la mañana.
 Aquella primera noche en la gran ciudad la pasó  en una pensión barata que le habían recomendado y como no podía conciliar el sueño decidió escribirle una carta a Delia contándole las últimas noticias:

                                                             9 de Enero de 1926

“Hola negrita:

                      ¿Cómo están? Se que pensarás que es muy pronto para escribirte pero la verdad se hace duro estar lejos de la familia, los amigos y mis cosas. Hoy me presenté  en la colimba y dentro de todo tuve bastante suerte, me destinaron a la sección cocina del acorazado “Garibaldi”, se que pensarás que voy a hacer yo allí cuando  en casa  ni entro a la cocina, pero bueno igual espero que  sea corto el tiempo que este lejos de ustedes, ya que no pierdo las esperanzas de que los trámites de la excepción salgan pronto. Por las dudas no recibís noticias mías pedile a algunos de mis hermanos o a Julio que se den una vuelta por el comité y vean si pueden acelerar la cosa.

Bueno voy a ver si puedo dormir un poco porque mañana me tengo que presentar temprano. Un beso para los chicos y otro grande para vos, acordate que cualquier cosa que necesiten se la pedís a mis viejos.

Te quiero

                                                        Piro.

P.D: Me olvidaba de decirte... si me vieras pelado entre que tengo poco pelo no sabes lo que parezco.
 
Pasar de un pequeño pueblito de la provincia a un Crucero Acorazado como era el “Garibaldi” era para el abuelo  toda una aventura. El acorazado, construido en la ciudad de Génova, había sido incorporado a la marina argentina en 1896 con las intenciones de modernizar nuestra flota y además afianzar las relaciones amistosas con Italia.
Aquella tibia mañana de enero el  Capitán Mayer recibió a aquellos jóvenes que ascendían al crucero entre excitados y asustados. El primer día fue de reconocimiento y asignación de tareas y lugares, sabían que además de la instrucción militar existía la posibilidad de  un viaje al sur  para los próximos meses.
Sin embargo Luis se sentía más atraído con la idea de una acepción que con la de un viaje que le permitiría conocer nuevos lugares.
Los días fueron transcurriendo y las tareas asignadas no dejaban mucho tiempo para  los recuerdo, a la noche los jóvenes “colimbas” caían rendidos en sus cuchetas, a veces simplemente podían intercambiaban algunas palabras contándose sus vidas mientras fumaban un cigarrillo.
Pero el día tan ansiosamente esperado por el Abuelo Luis llegó antes de lo imaginado. Un mes después de su incorporación a la marina lo mandaron a llamar para anunciarle la baja por licenciamiento y el 11 de febrero bajó del crucero deseoso de comunicarse con su familia lo antes posible.
Delia se encontraba bastante desamparada, sola y con dos criaturas a cargo. Sumado a que las reservas económicas no alcanzarían para muchos días; esto fue percibido por la familia de su esposo la cual mandó a uno de sus cuñados Alberto, “Beto”, como se lo conocía familiarmente, a  la casa de la calle 17  para que trajera a Delia y los chicos a la “quinta”, allí estarían más protegidos y sus suegros no le harían faltar nada.

-Hola ¿Don Carlos? Soy Piro desde la capital, ¿Está Julio por ahí? La única manera de comunicarse con los suyos de manera más rápida era llamando al bar de Don Carlos, unos de los pocos lugar con teléfono en donde podría encontrar a su amigo.
-  Piro ¿qué haces? ¿ De dónde me llamás?
-     Hola Julio, tengo buenas noticias me llegó la baja por favor avisale a mi familia que mañana estoy por allá.

  Julio compartía la alegría de su entrañable amigo y rápidamente se dirigió a la casa de los Cirillo a comunicarles la noticia. Sus familiares y sobretodo Delia no paraban de festejar la novedad, ya que nunca pensaron que podían darle la baja tan pronto.

Tampoco pensaron que la mencionada quinta sería la residencia definitiva del joven matrimonio....



5 Denominación popular que se utiliza para mencionar al Servicio Militar Obligatorio y que fuera implementado en nuestro país  a comienzos del siglo XX por  el Ministro de Guerra, Teniente General Pablo Ricchieri. Y que se desprende de las palabras: corre, limpia y barre. N. Del A.

viernes, 12 de julio de 2013

CUBA-Alejandra


CUBA

 
Tierra morena de  azules mares

Y sones glamorosos

Tus verdes valles, tus cantos alegres

Tus resabios coloniales, tu gente amable

Dejan en quien te visita

Un sentimiento de desarraigo y añoranzas

 
 
 
No se si mis pies volverán a transitar

Tus escurridizas calles

A mojarse en tus tibias aguas

A caminar junto a tu pueblo

A sentir la suavidad de  tus arenas

O pisar la tierra por la que “él” lucho

 


Si así no fuera siempre

Quedarás en mi corazón y mi alma

Pero agradezco a Dios haberte podido:

Verte, sentirte, olerte, disfrutarte,

Admirarte, gozarte

Amarte!!!

Nefertiabet - Analía

Cabello negro como el terciopelo que cubre la piel del caballo que monta el rey, y tan suelto como las crines que nacen de su cabeza.
Piel aceitunada por la herencia y por el sol, y las rarezas propias de la mezcla.
Se la nombra proveniente del este, cuando el astrónomo figura a Mintaka, naciendo ese día antes que sus dos hermanas, en ese punto cardinal.
En un recinto de piedra caliza pulida, levita sobre el piso frío que recuerda batallas ganadas y que forman el paisaje de lo que ella llama cadena.
Escribe en hojas secas, camina descalza.
La melancolía que padece es legendaria. Sufre por conocer las regiones de más allá, y a los vencidos, cruzando la tierra.
Escapa una vez.
Corre en la noche atravesando de par en par la margen del río, llegando hasta naciones extrañas.
En otro tiempo tiene a Siret, y en otro más lejano aún, una carta llega anunciando la escena.
Vuelve a ocupar su lugar.
Es sentada en un banquete, obligada a vestir con la piel del animal que su padre solía cazar, mientras un artesano cincela la estela.
El pelo azabache atado tirante, la piel ajada como papiro en el tiempo. Cayado y flagelo se vuelven sus cetros e inician el molde que aprisiona su paz.
Mira con desorden a Siret que la observa por última vez, con llanto de niño desde la puerta, y el silencio del grito retumba tan fuerte que se mueven las paredes de piedra.
Nefertiabet al oeste agoniza, se destila pequeña, como serpiente que muere descamada, sobre el estrato calcinador de la arena.

jueves, 11 de julio de 2013

(Todavía no tiene nombre) - Mercedes

Hace unos meses, sin motivo aparente, invitamos a unos amigos a casa. Aimará no estaba, creo que tenía cita con sus compañeros de facultad, probablemente para ver una película o terminar algún práctico. Mi hermano y yo, como buenos anfitriones, preparamos varias bebidas y tentempiés para agasajar a los invitados. A eso de las 12 de la noche, llegó Aimará a casa y me dijo que por favor baje al hall de entrada rápido, porque Tito había tenido un accidente.
Tito Villalba es mi vecino del piso 15. De todos los vecinos, fue uno de los primeros que nos saludó con una calurosa bienvenida al edificio, año y medio atrás, cuando nos mudamos a Villa Crespo con Juan y Aimará -mi hermano y mi amiga, respectivamente.
Tito es un hombre de muchas décadas; casi ocho, diría yo. Tiene una joroba prominente, la cual lo obliga a caminar casi mirando al piso. Un tipo muy macanudo. Dice ser fotógrafo, uno de los primeros de la Argentina. Dice haber sido fotógrafo de la revista Gente, y dice haberse codeado con toda la farándula de varias épocas. Dice tocar la batería. Al parecer, se junta todos los lunes con sus amigos a hacer jamm sessions en Marcelo T. y no recuerda qué calle. Dice tener una batería armada en su propio departamento y tocar de vez en cuando. En varias ocasiones nos invitó a escucharlo un rato, oferta que siempre rechazamos por falta de tiempo o de interés. Una vez, hace un par de semanas, me invitó a Puerto Madero, para posar en alguna sesión fotográfica que se le había ocurrido. “Quiero que seas vos, primero porque sos morocha, y segundo porque sos mi amiga”, me dijo aquél día cuando nos encontramos en la esquina de Corrientes y Thames. Un par de días después me mandó una esquelita por debajo de la puerta del departamento dando de baja la sesión –a la cual, por cierto, nunca accedí- por motivos de salud; sufre de broncoespasmo. Ramón, el portero del edificio, dice que a Tito le faltan un par de caramelos en el frasco, y que no le demos mucha bola porque después no vamos a poder sacárnoslo de encima. A veces me habla en un francés que no entiendo –en realidad, no entiendo ningún francés, pero el que habla Tito ni siquiera es interpretable-, y a veces en inglés. Me habla de sus amigos de la librería que está por Corrientes, y de las idas y venidas al médico, recorridos que hace casi a diario, solo, porque nadie lo acompaña.
En cierta ocasión, una vecina chusma del edificio me contó que  nadie sabe realmente si Tito vive o no vive solo. Por momentos se escuchan ruidos fuertes que salen de su casa, pero nunca ven a nadie más que a él entrar o salir de ese departamento. Otro vecino, el jovencito del octavo, me dijo que se lo cruzó en algún pasillo. Tito tiene la teoría de que los ascensores no son de confiar, y es por eso que, cuando no está atacado del pecho, baja los 15 pisos por escaleras. “Prefiero morir haciendo ejercicio, que traicionado por una máquina”, me dijo una vez.
A pesar de ser un tipo grande, Tito dice vivir con su madre.
Miles de cosas pasaron por mi mente en el momento  en que Aimará me dijo lo de Tito y el accidente: imaginé cualquier situación en la que pudo haber estado involucrado un hombre de casi ochenta años, y de la cual haya salido lastimado. Cuando bajé, me lo encontré sentado en unos escalones de la entrada. Tenía un tajo de poco menos de  5 centímetros en la frente. Estaba temblando, y no quería hablar con nadie –sépase que estaban otros dos vecinos de no sé qué piso intentando ayudarlo-. Cuando lo vi, me senté al lado y le pregunté qué pasó.
-Mi madre está loca, Mercedes. Y vos lo sabés, te lo conté en un par de ocasiones. Está vieja, cualquier cosa la exaspera, y se pone violenta. Por eso me puse nervioso y me caí de las escaleras.
 Nunca me había dicho nada sobre su madre. Y lo que más me llama la atención es que la única vez –de la que se trata este relato- que se refirió a ella, no la llamó por su nombre, sino que la llamó solamente mi madre.
-¿De las escaleras? ¡Pero si en tu casa no hay escaleras! ¿Seguro que te pasó eso?
-No, bueno. De las escaleras no. Me resbalé mientras discutía con mi madre.
-Te habrás tropezado con un cable o algo así. Bueno… ¿estás bien? ¿Necesitás algo?
-Bueno, en realidad, Mercedes, mi madre me lastimó. Ella se pone muy nerviosa, y a veces me pega, y me lastima. No te preocupes, ya llamé a la policía. Quedate conmigo un ratito que ya llegan.
“¿A la policía?” pensé yo. A esa altura de la noche mi mirada estaba un tanto perdida, y mis palabras carecían mínimamente de sentido. “¿Y qué mierda le digo a la policía?” pensé de nuevo.
Veinte minutos después, llega un patrullero.
-¿Otra vez usted, Tito? ¿Qué pasó ahora?
-Es mi madre de nuevo, muchachos. Se puso violenta y me lastimó. Miren- y señaló el tajo en la frente.
Yo, muda.
-Y usted, señorita… ¿es familiar? ¿Podríamos tomarle declaración?
Mi corazón se paraba. Si los señores me acompañaban hasta mi departamento a buscar algún documento que acredite mi identidad, sentirían desde el pasillo el aroma dulce y espeso que salía de allí. Y si se daban cuenta de que ya se me empezaba a dificultar esto de articular palabras, se darían cuenta. Y yo terminaría presa. ¿Qué hago? Pensé en miles de posibilidades en dos o tres segundos.
-No, la señorita es mi amiga. Y mi vecina. Andá, Mercedes, yo me encargo- dijo Tito, tal vez dándose cuenta de mi parálisis total. 
Al día siguiente, cuando salía apurada a mis ensayos de teatro, me lo volví a cruzar en la esquina, esta vez, de Thames y Camargo. Me agradeció por darle bolilla la noche anterior.
-Cómo se nota que sos del interior-, me dijo y sacó un cuaderno de su bolsa de supermercado. –Un regalito, para que escribas lo que te parezca.

Cada vez que me lo cruzo por el barrio, me pregunta si ya escribí algo en ese cuaderno, sin imaginarse en lo más mínimo que lo primero que escribí allí fue esta historia. 

miércoles, 10 de julio de 2013

A pedido del público, el Gordo Sáenz.

Prólogo:
-Más o menos sigue donde dejé a entrada anterior. Lo anterior da pie para esta escena.
-Recuerden el dialogo en el auto y que habían quedado para encontrarse el jueves.
-Acá empieza después del encuentro del jueves entre Daniela Chanti y Matías Conti. Le hizo el electro e hicieron algunas cosillas.
-Aclaro que algunas cosas no las estoy publicando porque tienen su propio código que todavía estoy armando y no quiero deschabar.
-No sé porqué me cambia como se le canta el formato. Hay una parte que van a ver que la letra se achica paulatinamente, eso es a propósito.
Sin más.


Se estaban acomodando para despedirse cuando Matías Conti le dijo -“Estás de buen humor”-, -“Sí ¿Por qué no iba a estarlo?”-, -“Que se yo, por razones lógicas, además el Martes estabas muy enojada”-, -“Sí es cierto, igual no cantes victoria que en cualquier momento me ataca”-. Se dieron un beso y se marchó.

El martes había estado muy enojada, pero ya se le había pasado. Al fin y al cabo era su vida, y ella podía hacer con ella lo que quisiera. Le gustaba divertirse y pasarla bien, y desde hacía tiempo que había abandonado la lucha contra sus impulsos. Nunca había podido controlarlos del todo, se sabía como una mujer impulsiva, y además siempre que estos ganaban, la pasaba re bien. Entonces, ¿valía la pena seguir esa lucha?, no, se había dicho una vez y a partir de ese momento la había pasado aún mejor. Además, los que hablaban no eran más que pobres tipos. Tenía identificados a más de uno de esos charlatanes que les encantaba inventar historias sobre ella y otras minas. Y la gran mayoría eran perdedores, que no se había podido levantar a la mina con la que se pajeaban y solo les quedaba difamarla e intentar hundirla. Se acordó cuando se enteró que alguien había escrito en el baño “Dani DC Putita”. Seguro había sido uno que habían intentado algo con ella y no lo había logrado. Un perdedor, un pobre infeliz que nunca iba a llegar a nada. Un estúpido que se podía ir bien a la mierda, hombres como ese no se merecían nada. Estaba harta de esas cosas, ¿porque no la dejaban tranquila?, tenía ganas de ir y gritarle a todos los pajeros que se fueran a cagar, tal vez lo haría, ahora mismo, los iría a buscar  y se ………..

Venía por Rivadavia. Pararon al taxi que iba adelante y como el semáforo estaba por cambiar, él también frenó y se quedó esperando atrás. Adelante, el pasajero que había parado el taxi se asomó por la ventana del acompañante y habló algo con el chofer. Fuera lo que fuera, no llegaron a ningún acuerdo y ahora el pasajero se acercaba a su taxi. -“Maestro, voy hasta Morón, tengo plata”- y le mostró un billete de 100, -“¿me llevas?”-, -“Sí, dale vamo”- le contestó el viejo. El Gordo Saénz abrió la puerta y se subió. -“¿Seguimo derecho, te parece?”-, -“Sí, le damos derecho hasta Salta, y ahí doblamos a la derecha, yo te digo.”-.

Arrancaron.

-“Estas noches de verano está bueno manejar, no hay nadie, tendría que ser así todo el año”- dijo el viejo, -“Sí, la única época del año que vengo tranquilo a capital, sino es un quilombo”-, -“¿Te llevas la comida para mañana?”- le preguntó el viejo mirando por el retrovisor y señalando con la cabeza el paquete que el Gordo Saánz llevaba sobre sus piernas, -“Si, me llevo 6 porciones que sobraron, nadie las quería, ni en pedo las dejaba, mañana a la mañana sabes cómo me las clavo ¿no?.”-, -“Estuviste bien pibe. ¿Venis de juntarte con tus amigos”-, -“Sí, nos juntamos un rato con algunos a darle a la pizza y cerveza”-, -“¿Y alguna minita?”-, -“Si también”-, -“¿Y que hacé acá pibe?, le tendrías que estar poniendo”-, -“¿Sabes lo que pasa?, ya me re garché a 2 minas de ahí, y es todo un bardo, además las que quedan no valen la pena”- afinó el Gordo Sáenz, -“Pero pibe, un agujero es un agujero, no hay que elegir”-, -“¿Sabes que pasa? que me estoy comiendo a una mina que no sabes lo que es, un infierno”, siguió afinando el Gordo Sáenz, -“A por eso entonce pibe, está bien. Yo también estoy comiendo bien”- afinó ahora el viejo, -“¿ah si?”-, -“Sí pibe, o te pensas que sino te iba a llevar hasta Morón. Ni loco, pasa que tengo una pendeja que vive por ahí, así que a la vuelta le hago una visita”- mi, y siguió -“Está bárbara la pendeja no sabes lo que es, 27 añitos, un culo y unas tetas”- sol, -“¿Te la levantaste acá?”-, -“Sí, un viaje así como el tuyo, pero con ella ni dudé llevarla hasta allá, la entré a chamuyar y se me re entregó la pendeja, acá no sabes lo que es, se te entregan todas”- la, y continuó, -“¿Y vo pibe?”-, -“Yo me estoy moviendo a una casada, del laburo es, vive también por acá, por Haedo”- si, -“Viste pibe como son las casadas, re trolas”-, -“Si, esta es re trola, el marido no la atiende y me pide a mí a cada rato que le dé matraca”- do, -“Que boludo el marido, pero mejor pibe, así te sigue buscando”-, -“Me re busca la trola, no sabes, a cada rato, pero bueno, un polvo y un vaso de agua no se le niega a nadie”- sol, -“Bien pibe, así es. Mira yo tengo 67 y nunca me tuve que empastillar, por eso me busca la pendeja esta, por eso está conmigo, muchos de los pendejos de ahora son boludos y si no se empastillan ni les funciona, en cambio conmigo sabe que me la cojo sin problemas”- mi, -“Claro, decimelo a mí, la  casada esta me contó que al marido no se le para, y que toma viagra, por eso está conmigo”- sibemol, -“¿Y está buena la mina?”-, -“Si, rubia, buenas tetas, medio caderona, a mi me gustan culonas, y está tiene flor de ojete”- do, -“Y me imagino que te lo entrega ¿no pibe?, que no se haga la estrecha, sino le das un par de cachetazos y listo”-, -“Me lo re entrega la trola, es un culo hermoso, re carnoso, el problema que tiene es que para llegarle tenes que tener un trépano para entrarle, por eso me busca también, cuando me vio la tripa no la soltó más”- sol, -“Bien pibe, so como una versión joven de mí. Entre nosotros, yo también calzo bien, y a la pendeja la vuelve loca, me dice que nunca vio una tan grande”- sol, -“A mí me dice lo mismo, y que su marido la tiene re chiquita”-sol, -“Yo a la pendeja esta se lo deje claro desde el principio, si quería mi tripa me entregaba todo sino me iba a la mierda”-, -“¿Y que te dijo?”-, -“¿Que me iba a decir? aceptó, no le quedaba otra”- si. El sonido de un celular cortó la interpretación, -“La puta madre, mi mujer”-,dijo el viejo, -“Hola”-,…….., -“Sí no sé, comprale lo que quiera”-, ………, -“Si que sé yo”-, …….., -“Escuchame, te dije mil veces que no me llames mietras trabajo, después la multa la pagas vo”-, y tiró el teléfono sobre el asiento del acopañante. -“Mi mujer ni se da cuenta que me estoy comiendo a la pendeja, ya ni le interesa el sexo”- la, -“y hace mucho te la comes?”-, -“Como 2 años, dejó al novio y todo, y me está rompiendo las bolas para que deje a mi mujer”- mi, -“Que garrón”-, -“Sí, pero ni en pedo, es re puta la pendeja, de seguro al toque me mete los cuernos, y a mi nunca ninguna mina me hizo eso, y no me va a venir a pasar ahora, le dije que eso nunca, que si quería seguíamo cojiendo y así seguimo”- sol.  El celular volvió a sonar, -“¿Otra vez?”- dijo viejo y atendió, -“Que pasa ahora, te dije que no me llames”-, ………, -“¿Qué?, ¿Qué mierda te pasa? Estas loca vos”-, …………….., -“¿Que 27 años ni 27 años? ¿De qué mierda me hablas?, ya ni para el geriátrico estas, mañana te llevo al manicomio, loca de mierda”-, …………, -“Pero no sorda, ni mi voz reconoces, era el pibe que estoy llevando que me está contando su vida. La esposa lo abandono, porque son todas unas putas y ahora estás saliendo con una de 27. ¿No es cierto pibe?”-, -“Sí señora”-, -“Viste sorda”-, ……………., -“Bueno bueno, si, te perdono, ahora tengo que cortar”-, esta vez prestó atención a apretar bien para cortar la comunicación. -“Me tiene los huevo al plato la vieja de mierda esta, por suerte ahora voy a ver a mi caramelito”-, -“En la que viene doblamos a la derecha maestro. Che, hablar con vos me dieron ganas, me parece que la voy a llamar a la casada para garcharmela, siempre le inventa alguna excusa al cornudo y me la cojo. Sino mañana mientras el marido ve el partido le re doy, ¿sabes a que hora juega velez?”-, -“Me parece que juega el domingo, no mañana”-, -“Entonces le inventa otra cosa, el boludo se cree cualquier cosa. Es bien embudo”- sol, -“Esta pendeja cuando estaba de novia era terrible, me llamaba que la venga a buscar para que me la cogiera, ¿sabes cómo me bajaba la recaudación? Hasta que la apuré, y ahí lo largó al novio, ahora me la garcho en la casa”- la, -“En la que viene a la izquierda. Yo me la garcho en mi casa, viene, le hecho un polvito y se va, no jode ni nada, solo sexo quiere”- fa, -“Ya me ubico por esta zona, ves, allá a 2 cuadras vive la pendeja”-, sol, -“¿Como se llama?”-, -“Carolina”- mi, -“Doblá en la que viene a la derecha, y a mitad de cuadra me bajo. No la conozco che, la mia se llama Daniela”- sol. -“Son dos nombres de putas”-.

Llegaron y el Gordo Sáenz le pagó.

-“Pibe, te puedo pedir un favor”-, -“Sí”-, -“¿No me convidas una porción? Así le entro antes de darle a la pendeja, así después no paro para comer algo”-, -“Sí”-, el Gordo Sáenz abrió un poco el paquete y le paso una porción (que era media masa) al Viejo, -“Gracias”-. El Gordo Sáenz se bajó y el Viejo arrancó. Con la pizza en la mano derecha hizo unas cuadras y donde encontró un lugar tranquilo se la clavó.

El Gordo Sáenz entró a su casa. La conversación le había dado hambre. Dejó el paquete sobre la mesa y sacó 3 porciones que puso en el plato menos sucio que halló. Se fue a la pieza con el plato y mientras pensaba en Daniela Díaz Caldera se las clavó. Al terminar pensó en clavarse las otras 2, ganas no le faltaban, pero estaba muy cansado y lleno, así que las dejó para la mañana.  Como si no hubiera dormido, al levantarse, lo primero que hizo fue ir a la cocina y coger esas dos porciones. Mientras se las clavaba, repasaba la conversación con el tachero, con el agregado que también le rondaba el bocho Daniela Chanti. Últimamente las veía mucho juntas y hacían un espectáculo precioso, la rubia y la morocha. Recordaba el día que habían ido a su casa y las había tenido a su alcance, puf, no había podido hacer mucho, pero al menos las había abrazado. Terminó la primera porción y se bajoneó un poco. Tomo la segunda y decidió que no se iba a dar por vencido, con Daniela Díaz Caldera seguiría insistiendo, e intentaría algo con Daniela Chanti. Mejor aún, aprovecharía que estuvieran juntas para intentar algo con las 2. Pensando en su estrategia para enfiestarlas terminó la porción y buscó otra cosa para comer, estaba inspirado y quería aprovechar el momento.


domingo, 7 de julio de 2013

Algo del proyecto.

Es un poco Largo, pero ahí va, es parte del proyecto.


Ya cerrando Enero, Daniela Chanti y Daniela Díaz Caldera volvieron a encontrarse y se contaron las nuevas. Daniela Chanti que lo de Gastón Mosquera no iba más, y Daniela Díaz Caldera todo lo que había hecho en México. Allá había visto un espectáculo de acrobacia en tela y trapecio buenísimo y que se había anotado en un curso de verano.
Le gustaba el deporte y la actividad física, de chica había hecho gimnasia artística y hasta bien pasada la adolescencia, hockey. Tenía polenta y no se cansaba, al contrario, era muy inquieta y necesitaba estar siempre en movimiento, una de las cosas que había enamorado a Luis.

Averiguó y una amiga le recomendó un lugar en capital, no era muy lejos del hospital, con cuota accesible y los horarios que tenía le permitían salir del trabajo e ir directo para allá, cerraba por todos lados. El único contratiempo era que le exigían el certificado de aptitud física, pero Daniela Díaz Caldera es una mujer que no deja pasar las oportunidades, y aprovechó para reencontrarse con Matías Conti, con quién hacía tiempo que no se veía y ya extrañaba.

-“¿Hola?”-

-“Hola, le hablo de la revista mundo doc y quería avisarle que nuestro selecto jurado lo ha elegido como el favorito del año.”-

-“¿A si?, pero que bueno, y me imagino que usted era parte de ese jurado.”-

-“Fui la única integrante, obvio ¿pero acaso debería haber otras?”-

-“Pero no sea celosa, si sabe que con su voto me alcanza y sobra, ¿para qué querría más?”-

-“No sé, no sé, me han dicho que usted es terrible.”-

-“Pero no crea nada de eso, son puras mentiras, además usted es mi favorita.”-

-“Bueno mejor así. Pero volvamos a los que nos compete….”-
-“Por favor, volvamos a eso que me interesa mucho. El premio digo.”-

-“Si, yo estaba hablando de eso también, ¿le parece la semana que viene hacer la ceremonia de entrega? Sería algo íntimo, solo usted y yo, sin nadie de los medios.”-

-“La semana que viene, la semana que viene, …………………………………., ¿puede el martes por la tarde? Tengo algo arreglado pero lo puedo mover.”-

-“Me parece perfecto, ¿a las 18 donde siempre?”-
-“Donde siempre, hasta el martes entonces.”-
-“Hasta el martes, ……………………ah, espera, antes que cuelgues, una cosa.”-

-“¿Qué pasa?”-
-“Necesito que me hagas un certificado de aptitud física para presentar en un lugar, después te cuento bien, llevá algún talonario y el sello ¿dale?”-

-“Ok, un beso.”-
-“Un beso.”-

Matías Conti también era casado, aunque tenía hijos, Vanina y Paolo, identificados en el prontuario de la casa como los mellizos revoltosos, y Constantino, el bebé dormilón. Desde un primer momento había quedado claro que se gustaban, la pasaban muy bien juntos y se divertían, pero que ninguno pasaría el límite de las exigencias. Este último era el ingrediente más presente de todos y el que le daba el gusto de la continuidad. Hacía mucho que se veían y nunca habían tenido una discusión. Pero claro, y aunque no lo decían, siempre estaba la fantasía rondando, “en otras circunstancias”, “en otro momento”, “si nos hubiéramos conocido antes”, pero no dejaban de ser meras hipótesis y ninguno de los dos estaba dispuesto a arriesgar. Seamos claros, no es nada en contra de Virginia o Luis, pero en cierto sentido era una pena. Las veces que salían a algún bar, boliche o a cenar, daban la imagen de una pareja constituida y sólida. Se complementaban y entendían mucho, salvo en una cosa, en ponerse de acuerdo quien había buscado a quien.
Ambos decían que era el otro quién había hecho todo lo imposible para conseguir algo y por supuesto ambos se encargaban de negar o refutar lo que el otro decía. Ya se había convertido en un juego y le encantaba pasar el tiempo discutiendo eso. Muchas veces era el motor de arranque de la conversación y competían para ver quién tocaba y retocaba la historia a su conveniencia.

-“Si, dale, como aquel día que me hiciste ir a tu oficina por no sé qué tema de los gastos y te habías puesto las botas negras esas que tenes, y cuando me viste que venía por el puentecito, te paraste y me esperaste apoyada sobre el escritorio y de espaldas.”
- “Andaaaa, ¿Que botas negras nene?”-

-“Esas que te quedan de puta madre, que tienen como flecos.”-
-“Ves que sos un chamuyero, esas botas me las compré hace poco, dejá de inventar ¿queres?”-

-“Sos vos la que inventas, las tenes hace una banda. Vos me buscaste y no lo querés admitir.”-
-“Chamuyero, chamuyero, chamuyero.”-

Beso.
Llegó el martes. A Daniela Díaz Caldera no le gustaba mucho las rutinas, y una de las pocas que se permitía era previa a los encuentros con Matías Conti. Dejaba el 147 en un garaje y se encontraban en un bar medio escondido. A veces Matías Conti llegaba tarde, otras Daniela Díaz Caldera, pero a ninguno  le molestaba. En eso se parecían y esperaban al otro leyendo alguna de las revisas viejas que el gallego dueño del bar ponía a disposición del cliente. Matías Conti por lo general agarraba el ole, o si era principio de mes el gráfico, mientras Daniela Díaz Caldera alternaba entre la Hola, la Gente y la Paparazzi.

Estaba leyendo en un ejemplar sin tapas una nota sobre el nieto de Mirtha, cuando escuchó un portazo y la alarma del auto de Matías Conti. Cerró la revista y se trajo más cerca suyo la lágrima.     - “¿Café? ¡Con el calor que hace!”-, -“Sí nene, ¿qué te pasa?”-, se sentó, -“Maestro, ¿nos traes una cerveza de litro?”-, miró a Daniela Díaz Caldera y agregó -“Con dos vasos, y unas papitas.”-, -“Y unos palitos y manicitos”-. Le clavó la mirada. -“Tengo hambre che”-, -“Para variar”-, -“No te hagas el gracioso que no te sale. ¿Trajiste el sellos y el formulario?”-, -“Por supuesto, ¿con quién te crees que estás hablando?”-, -“No te agrandes ¿queres?”-, -“A ver, ¿Qué es lo que te pidieron?”- Daniela Díaz Caldera sacó de su cartera un papelito largo y finito y se lo pasó, -“Pero acá dice que también te tenes que hacer un electro”-, -“¿Y?”-, -“Y nada, que te lo tenes que hacer, no lo podemos dibujar”-, -“Que pesado nene”-, -“¿Qué queres que le haga?, pero es fácil, ¿podes el  Jueves?”-, -“¡Como estas!, ¡recién llegas y ya me queres volver a ver!”-, -“Bue, ahora la que se agranda sos vos, vení el Jueves que le pido la sala al Ruso Cassino y te lo hago”-, -“¿Me lo haces?, pero despacito por favor, que soy muy impresionable”-, -“Te lo hago como vos quieras, despacio, fuerte…”-, justo apareció el gallego trayendo la cerveza, 2 vasos estilo Weizen muy gastados y 3 platitos metálicos con los ingredientes, acomodó todo sobre la mesa y se llevó el posillo. -“Gracias”-, pero se fue sin contestar. Habían encontrado el lugar al poco tiempo de empezar a verse y les pareció un refugio ideal, a media cuadra sobre una calle poco transitada, con un árbol en la entrada y un poco sucio. El gallego los había terminado de convencer, su parquedad aseguraba discreción y a Daniela Díaz le había gustado el uniforme que usaba, uno de esas viejas chaquetas de mozo blancas con los botones cóncavos plateados. -“Me hace acordar a una confitería que iba de chica, cuando estábamos de vacaciones en Córdoba”-.

Matías Conti sirvió en las copas y comió unas papitas. Tomó unos tragos y quiso agarrar unos palitos. Con sus reflejos al máximo, Daniela Díaz Caldera puso su mano para impedírselo -“Eeeehh, son mios”-, Matías Conti retiró su mano y quiso agarrar los maníes, pero la situación volvió a repetirse -“Estos también son míos”-. Esta vez Matías Conti le tomó la mano y como parte del juego se la corrió. Danielas Díaz Caldera soltó el vaso y colocó la mano liberada sobre los maníes. Matías Conti se prendió y juguetearon alegremente con sus manos, saltando de plato en plato, hasta volcar el vaso de Daniela Díaz Caldera sobre la mesa. -“Ves nene lo que me haces hacer, sos insoportable”- Antes que hiciera falta pedirlo, el gallego apareció impávido con su trapo rejilla y limpió la cerveza derrama. -“Gracias”-, pero el gallego volvió a irse sin contestar. Cuando se metió tras el mostrador Daniela Díaz Caldera soltó por lo bajo la risita que tenía contenida. -“Tomá, te doy 1 sola, pero no me pidas más”- Tomó una de los palitos (que por suerte se habían salvado) y se lo acercó a la boca.
Terminaron -“¿Nos cobrás?”-, el gallego sacó los tikets del pinche y sumó, -“41 pesos”- , Matías le pagó con 2 de $20 y 1 de $5, -“está bien”-, a lo que el gallego contestó como de costumbre.

Se subieron al auto de Matías Conti y rumbearon para el telo de siempre. Esa era otra rutina que Daniela Díaz Caldera se permitía, ir siempre, o casi, al mismo telo. Si lo pudieran contar, lo catalogarían de “mirá que casualidad”, porque habían ido por primera vez el mismo día que habían descubierto el bar. Ese día a Daniela Díaz Caldera le habían entregado por la calle una tarjeta y ella sin darse cuenta de lo que era, la había aceptado. Cuando estaban en el bar la había sacado de su bolsillo y se había empezado a reir. -“¿Qué pasa?-, nada, mira que tiernos los ositos panda, -“Pero es de un telo”-, -“¿Como de un telo?, no me había dado cuenta”-, -“Sí, ¿no ves?, aire acondicionado y Futbol codificado”-, -“¿Para qué te ponen que tiene futbol codificado?”-, -“Nosotros tenemos la teoría que es para la trampa, vos le decis a tu esposa “Me voy a ver el partido con Sergio y Sebastián”, y te vas al telo, y si a la vuelta te pregunta, algo podes haber visto”-, -“Mmmm, no sé, puede ser”-, -“Es lo único que se me ocurre, a mí lo que me da gracia es cuando te ponen “Aire Acondicionado”, yo ni loco te voy a un telo sin aire, me muero”-,   -“Andá exagerado”-, Matías la había mirado haciéndose el enojado, -“Por algo estamos hablando del telo ¿no?”-, -“Que enojón que sos. ¿Vamos a probar este?”-, -“Dale vamos, pero decime la verdad vos queres ir a porque te gustaron los ositos?”-, -“Sí, son re tiernos”-. Y así fueron por primera vez, y como les gustó y los mandaron a una habitación donde podían regular a gusto de los dos el aire acondicionado, lo tomaron como rutina, pidiendo siempre que podían la misma habitación.
Tuvieron suerte y esa habitación estaba disponible.

(Acá viene una parte que no estoy pegando)
Se vistieron y se fueron.
-“Pobre la gente que trabaja limpiando estos lugares, es siempre un chiquero”-, -“¿Qué?-, -“Digo, lo que limpian, siempre dejamos todo hecho un asco, con todas las piezas por el piso, pobres”-, -“Pero es su trabajo”-, -“Sos un insensible nene”-, -“Bueno che, no te enojes. Me quedó picando, ¿para que es el certificado este?”-, “Ah, no te conté, voy a hacer acrobacia”-, -“¿En serio?”-, -“Sí, ¿por?”-, -“No, por nada, es justo para vos, tenes muy buena apertura de piernas”-, -“Sos un ordinario nene”-, -“Bueno, ya está, un chiste, no te enojes”-.

-“This is the end, beautiful friend, this is the end, my only friend, the end, of our elaborate plans, the end, of everything that stands, the end, no safety no surprise, the end, I´ll never look into your eyes…again, can you picture what will be, so limitless and free, desperately in need…of”-, -“Si hay que me gusta de vos es que cantas siempre”-, -“Tanto no, ahora porque vengo de pasarla muy bien”-, -“Gracias, pero en serio, siempre estas cantando. Además tenes linda voz, me gusta”-, -“Bue, espera, canto mucho, pero de ahí a tener buena voz, nada que ver”-, -“Sí, cantas lindo, a mi me gusta”-, -“No me chamuyes, no hace falta”-, -“No te chamuyo nene, en serio, tenes re linda voz”-, -“Si vos lo decis”-, -“¿Qué, no me crees?”-, -“No, no, está bien, no digo que no te crea, sino que nunca me lo habían dicho, me sorprende”-, -“Por ahí conmigo te inspiras un poco más”-, -“Sí, puede ser”-.
Prosiguieron uno metros.

-“Qué pasa nene que pones esa cara”-, -“Nada, estaba pensando, lo que siempre te digo, si fueras tipo tendrías todas las minas, sos re mandada en las cosas que decis, está bueno”-, -“Y si vos fuera mina serías de las típicas mosquitas muertas, porque te tengo re junado, pones esa carita de inocente, calladito, pero sos terrible. ¡TE-RRI-BLE!”-, “¿Yo terrible?, nada más lejos de mi”-,              -“No te hagas el inocente, que sé de tus andadas y todo lo que se comenta”-, -“Es todo mentira, además si le vamos a creer a todo que cuentan, vos sos peor que yo”-, -“¿Qué queres decir con eso nene?”-, -“Nada, que la gente habla e inventa boludeces todo el tiempo”-, -“¿Y de mi que inventan?”-, “Quien carajo me mandó a meterme en esta”, -“Nada boludeces, te reitero, la gente inventa cosas todo el tiempo, yo ya hasta me rio de lo que inventan de mi”-, -“Pero que dicen de mi”-, -“Nada, boludeces, olvidate”-, -“Pero decime alguna, así yo también me rio”-, -“Que se yo, tiran que te comiste a aquel, o aquel otro. Que se yo, es tu vida y haces lo que queres”-, -“¿A quién dicen que me comí?”-, “La re puta madre”. –“No sé, no me acuerdo, ni bola le doy, digo simplemente que inventan y no hay que darles bola. Hay tipos que son terribles inventando”-, -“Son unos forros, porque si sos una mina dada, hablas con todos, te reis, ya te están metiendo en la cama, y si no le das bola a ninguno sos una mal cogida y tortillera. Se pueden ir vos y tus amigos que inventan historias a cagar”-, -“Pero yo no tengo nada que ver, yo ni escucho lo que cuentan, no le doy bola, y de lo que escucho me rio, no te envenenes”-, -“Para vos es fácil, porque sos tipo y quedas como un héroe, en cambio yo quedo como una puta y por cosas que no son verdad además”-, -“Por eso, no le des bola, son meras habladurías, son todos fracasados lo que inventan cosas”-, -“Fracasados que te joden la vida. Estúpidos”-, “Como mierda llegué a esto”, -“Tranquila Dani, es gente que no tiene nada que hacer, gente que no vale, no te pongas así por culpa de esa gente”-, -“¿Y como querés que me ponga?”-, -“A ver, ¿Sabes que inventaron de mi?”-, -“No, ¿qué?”-, -“Que los mellizos no eran mios, sino de Norberto”-, -“¿De quién?”-, -“De Alcantara”-, -“¡¿De Alcantara?!”-, -“Sí, fue justo para una época que me fui 15 días a Montevideo y Norber pasó por casa porque se había enfermado mi suegra, y justo alguien lo vio salir y empezó a desparramarlo, además justo los melli estaban en camino y no lo sabíamos”-, Daniela Díaz Caldera se empezó a reir, -“De Alcantara, que tarados, ya tiene un montón de nietos y todo”-, -“Viste, pero bueno, es un rumor que circula”-, -“Es cierto, yo lo escuché, fue una de las primeras cosas que me contaron de vos”-, -“Te vendiste sola, ves que sos vos la que me buscó a mi”-, -“No nene, nada que ver, eso fue después que vos me buscaras”-, el juego empezó de nuevo y duró hasta que Matías Conti dejó a Daniela Díaz Caldera en la puerta del garaje, -“¿Nos vemos el Jueves entonces?”-, -“No sé, lo voy a pensar”-, “Como zafé”.

viernes, 5 de julio de 2013

El supermercado - Mauro Litvak

Acercándose a su sol, dejando la cueva atrás. La vestimenta de tonos amarillos mostaza pero no brillantes, toda su ropa así. Su piel absorbe el aire limpio del pasillo por el que transita, parecido a un supermercado. Por los colores azules y rojos del aire y de la luz y por el olor a carne picada; limpia y empaquetada aparece cada tanto en las paredes del angosto pasillo. El eco de sus pisadas es el sonido que lo sigue de cerca sin detenerse ni voltear la mirada. De ojos marrones con verde, la miel en sus ojos agria por el miedo. Conduciendo sus pensamientos al temor inagotable por siempre, o mejor dicho, desde hace tanto tiempo. Ambas manos rozan las paredes como para sentir algo, para mantener el equilibrio, tal vez. Y las yemas se queman, se hacen con el calor del roce que avanza. Los changos interpuestos en el camino estorban todo, están llenos. Y con movimientos lentos y cansados él tiene que saltar o mover. Llenos de papas fritas y de colores que reflejan; el metal frio y el pescado sin olor. Sin prisa. La presión por hacerlo bien, por llegar. La donación de su tiempo es totalmente insignificante como para seguir maldiciendo. Sin saber que decir mejor callarse. Avanzar ahora que no hay nadie, “por favor, avanzar” grita un cartel rojo brillante. La mirada que obedece, entonces, tropezar. Caerse. Hacerse daño. Pensar en el suelo. Con el moflete izquierdo y el cuello todo torcido, contra el piso limpio y lustrado por el químico, frio y seco por la sombra constante. E intentar separar la cabeza y que el suelo se te pegue, sentir lo duro, lo apretado, el dolor, sentirlo aferrarse. Como la piel se suspende y se estira, no se puede soltar, como un chicle, la goma seca y sucia, aferrada. Por un momento pensar que es mejor así, que mejor quedarse. Así dormirse, aburrirse. Dejarse al tiempo. Dejarse totalmente. Pero entonces sentir la vergüenza, levantarse, caminar. Escuchar el eco de tus pasos, otra vez, que te persigue. Ver el pasillo frio y largo, interminable. Saber que caer es una opción, querer dormir. Pero el suelo está muy lejos ahora.

Palabras de G - Analía

Es una imagen poderosa la de mamá y papá. Un zurdo a la izquierda y una guitarra criolla, ¿entendés? Ése es el recuerdo más fuerte. O la guitarra al revés, ¿no? Un diseño, un acorde o un libro autodidacta. Es pasión dibujar para amigos. El pibe le dedicaba horas a algo bueno. Por el grupo del barrio. Mi casa, la música y...este...¿no? En ese momento eh, canciones, discos, público y yo creo.
En realidad, yo no creo, ¿no? O sea, tocar es ser habitué de cuerdas. La energía en nosotros. Un poco, digamos.
Incluso yo sentía en un sentido. Desarrollar en mí mismo herramientas yo solo. Las letras, las palabras, la plástica, ¿entendés? Es algo oscuro, personal, componer conmigo juntos una naturaleza natural.
Las giras, las cosas, o sea, el sonido y el cálculo, es producir prácticamente peinados maquillados. Éramos la llama, el incendio, los marcianos. Una filantropía del dictamen drástico. Algo difícil y complicado de la competencia creativa de mi yo generador como una reinvención y una debacle, ¿no?
Si sí, si no, lo doloroso es aliviante. En el futuro me quedé con la experiencia. Particularmente me ilumino, paralelamente, me despido, digamos. Es decir, lo único, lo groso, es merecer melancolía en un fundamental escenario. Quizás yo sabía, que eran canciones de nosotros un poco, porque se sabe que lo concreto es paulatino para un disco ambidiestro. Incluso, digamos, yo solo y conmigo. Complicado y difícil en sentidos artísticos, aprender en las formas de la energía si estamos.