El jueves no voy a poder ir. Así que les dejo lo que me surgió de la última consigna. Es largo y la próxima vez que vaya se los llevo en papel. Igual está recién comenzado y no tiene título todavía.
I
Los codos se movían furtivamente. La tanza volaba y latigaba
descomponiendo y reflejando la luz. Había ido río arriba y había venido bajando
hasta detenerse un rato en un codo con una linda corredera. El sol le pegaba de
costado y la ruta a su espalda cambia el tono de los autos y camiones cuando
pasaban.
Látigo, látigo, látigo, y soltaba. Nada. Otra vez. Nada.
Se metió un metro más adentro y el agua le pasó las
rodillas. Torció un poco la caña y siguió tirando. Miraba el agua correr y
elegía el lugar, estaba seguro que estaban ahí.
De golpe sintió el tirón. Rápido con la izquierda empezó a
recoger y buscar. Pegó el salto, era un arcoíris. No era lo que estaba
buscando, pero lindo bicho al fin. La corriente en contra y la trucha q se
resistía doblaban la caña que mantenía bien en alto. Caminó un poco para atrás
para estar más cómodo y terminar de traerla. Pegó unos saltos más hasta que la
tuvo.
La tomó, le sacó el anzuelo y le pegó una mirada. Chica. Se
puso de cuclillas y con la caña sobre el regazo la sumergió suavemente contra
la corriente y la acarició para estimularla. Empezó a reaccionar y cuando
estuvo lista huyó hacia la corredera. Se quedó así mirando el río.
-“Eso es lo bueno de esto ¿no?, no siempre termina mal”-, le
dijo Juan desde la costa, -“Sí”-, le contestó Alberto dándole la espalda y sin
levantarse. -“Por favor te voy a pedir
que te levantes lentamente y con las manos a la vista”-. Alberto se quedó como
estaba y le dijo –“Me asombra que hayas podido llegar hasta acá con ese
vejestorio. Nadie controla nada en este país”-, -“Es cierto. Por favor date
vuelta tranquilo”-, -“También me sorprende que no hayas aprendido a andar en
silencio”-, -“No quería sorprenderte, sé que no te gustan las sorpresas”- .
Alberto empujó la caña al río y comenzó a rotar lentamente mientas Juan le
seguía el movimiento con atención.
Todo pasó rápido, Alberto sacó el 22 recortado del bolsillo
de su weather y disparó a la posición de Juan. Juan sospechaba esto, no solo
que se había movido antes, sino que había apuntado a la izquierda de Alberto,
sabiendo que se iba a mover allí. Sin embargo los 2 conocían los movimientos
del otro y erraron.
Se hizo un silencio y el río volvió a llenar sus oídos. Quedaron
enfrentados, a 5 metros de distancias y apuntándose y mirándose mutuamente.
Alberto veía los ojos de Juan, duros, pacíficos, pero dispuestos a matarlo sin
piedad. Juan veía a Alberto en su neopreno marrón y su reflejo en sus anteojos
espejados. Casi no respiraban, y el silencio seguía sometiendo la situación. A
lo lejos un camión se empezó a oír acercarse, venía de la derecha de Juan a
toda velocidad. Era un chasis preparado para transporte de congelados y cuando
pasó por el punto que el sonido pasaba de un oído a otro sintieron un disparo
que impactó sobre el agua, a la izquierda de Alberto. “Abuela”, pensaron los 2
sin moverse. Sin bajar su arma Juan dijo -“Soltá el arma, sabes que el Abuela
no falla nunca.”- Alberto dejó pasar un momento y sintieron otro disparo, esta
vez muy cerca a la derecha de Juan. -“Seguís siendo vivo, te felicito por como
quisiste aprovechar la oportunidad, pero creo que no voy a soltar nada”-. Abuela
miraba todo por su mira desde una distancia prudenciable y se había acercado un
poco más reptando. -“Está bien”- dijo Juan, -“por como yo lo veo Abuela nos
quiere vivos, pero si uno se muere el otro no le sirve. Así que si yo te mato
el me tira por la espalda, y si vos me matas, te pone una bala en la frente.”-
y tiró su 9mm al piso. Alberto no sabía muy bien que hacer y dudó, hasta que un
tercer disparo de Abuela, está vez mucho más cerca, lo convenció.
Se quedaron quietos esperando que Abuela apareciera.
-“¿Dónde estás viejo choto?”- gritó Alberto. Nadie contesto. -“Te apuesto que
viene de allá”- le dijo Alberto a Juan señalando a su izquierda, -“Mmmmm, no,
para mí nos va a querer confundir, va a parecer por el otro lado”- le contestó
Juan, -“¿1000?”- propuso Alberto, -“Sí”- aceptó Juan y continuó, -“esperá que
le aviso.”-, tomó aire y gritó -“Dale viejo currero, y para que sepas ya
apostamos de qué lado vas a aparecer”-. -“Sabía que iban a hacer eso.”- les
contestó Abuela apareciendo de los matorrales justo detrás de Juan y formando
una línea con Alberto. -“No acertó ninguno, me deben 1000 pesitos cada uno”-
les dijo ya más cerca y sin dejar de apuntar. -“Chupala”- le tiró Alberto.
–“Gracias, pero no”-, le contestó Abuela.
Abuela caminó un poco más y tomó las armas de Alberto y Juan.
Se cruzó el rifle a la espalda, puso la
22 en su cinto y los apuntó con la 9. -“Por suerte los encontré a tiempo, estaban
por hacer una tontería. Entiendan que yo los aprecio y me hubiera entristecido
tener que buscar al otro para matarlo.”-. Alberto y Juan rieron. -“Sos un
tierno”- le dijo Juan. Alberto rio y le contestó -“Yo no, pero Martina sí”-.
Sacó de su bolsillo un celular y se lo tiró, -“está listo, dale el play”-. Juan
y Alberto se miraron extrañados y Juan apretó el play.
En la pantalla apareció en primer plano el rostro de
Martina, la imagen estaba tomado medio de perfil y eso realzaba su nariz
aguileña. “Holaaaaaa chicos” comenzó diciendo y movió la cámara para quedar de
frente y que se lucieran sus ojos “Espero que estén bien y que no se hayan
mandado ninguna macana. Yo estoy bien, en un lugar lejos que no van a encontrar.
Para que vean que esto es reciente les digo que hoy es 18 de Septiembre y en
Buenos Aires hubo un paro sorpresivo del subte en la línea A y en Metán
quemaron una comisaría por una nena asesinada.” Hizo una pausa y continuó, “Le
mandé este video a Abuela para que se los pasara. No podía seguir con la culpa,
les tengo que pedir perdón, porque yo los amo, y eso no era parte del plan. Son
unos hijos de puta y yo una boluda. Les juro que me re costó llevar el plan adelante
y mi remordimiento fue tal que no podía dejarlos creyendo que era el otro quién
se había llevado la guita. Les pido perdón, pero un escorpión no puede dejar de
picar. Eso me lo repetías vos Juan y tenías razón” al decir esto último había
movido la cabeza un poco a su izquierda y su imagen miraba hacia donde estaba
Juan, “Y vos Alberto no te culpes por confiar, tuve mi gran lucha interna para
tomar la decisión que tomé.” Mientas decía esto había rotado su cabeza hacia el
otro lado y ahora miraba hacia la posición de Alberto. Hizo otra pausa, volvió
a mirar al centro y continuó, “Casi me cagan, pero no me podía quedar, va en
contra de mí”, y al decir esto mostró y se golpeó el tatuaje de escorpión que
llevaba en su brazo. “Por eso no me fui rápido y les hice creer otra cosa, pero
mi naturaleza ganó. Pero les juro que los amo. Y por eso dejé todo arreglado
para que lo de ustedes se olvide. Le pasé a Abuela los datos del abogado que se
está encargando de todo, espero que los encuentre rápido antes que se manden
alguna cagada. Me dijeron que este tipo es muy bueno y tiene los contactos
necesario. Me salió muy caro, pero tómenlo como mi último pedido de perdón.
Bueno, antes de empezar a ponerme sentimental me despido. Les mando un besote a
los dos, los amo y los voy a llevar siempre en mi corazón.” Tiró 2 besos a la
pantalla y la grabación se cortó.
Alberto y Juan se quedaron en silencio. -“Me devolvés el
celular”- le dijo a Juan y esté se lo arrojó. -“Sí, yo estoy tan sorprendido
como ustedes”- dijo Abuela, -“por suerte los encontré justo eh. Ya hablé con
ese abogado y está todo solucionado, puso la guita donde la tenía que poner y
se podía decir que ni siquiera hubo una muerte. Por suerte el viejo no tenía
parentela, así que fue más fácil”-, Juan y Alberto estaban todavía pensando y
no contestaban, -“Vamos che, la que nos cagó olímpicamente fue Martina, así que
ya está. Dense la mano y déjense de joder.”- Juan y Alberto se miraron y se
dieron la mano -“Que pelotudos que fuimos”- dijo Juan, -"re pelotudos"- les dijo Abuela y concluyó -"y me deben 1000 pesos cada uno"-, -"Ni en pedo viejo currero"- le dijo Juan, y Alberto agregó -"Chupala boludo"-.
II
Alberto y Martina se habían conocido por medio de unos
conocidos. Habían quedado en un bar y aunque él había llegado temprano, ella ya
estaba allí, sentada en una mesa junto a la ventana. Caminó hacia donde estaba
y cuando estuvo cerca le espió la tanga azul que el tiro bajo verde claro no
podía ocultar. Se sentó y le dijo, -“Así que vos sos Martina, no me dijeron que
eras tan linda”-, ella lo miró y le contestó -“y a mi no me dijeron que eras
tan mal educado. Hola, como estás ¿no?”-, -“Hola, pero pasa que no me gusta
perder tiempo, eso te lo tendrían que haber dicho”-, -“Digamos que con otras
palabras, pero sí”-, -“A bien, te pasaron buena data. A mi también, por ejemplo
me dijeron lo del tatuaje ese”-, -“¿Ah
si?, ¿y que te dijeron?”-, -“Eso, que sos como un escorpión porque te defendes
con la cola”-, -“Te fuiste al carajo chabón”-, y se levantó y se fue, -“Espera,
no te vayas”- le dijo y la sujetó del brazo.
Ella le contó el plan más tarde, ya amaneciendo y tirados boca
arriba en la cama fumando. Había conocido a un viejo por Internet y lo tenía enganchadísimo.
Era soltero, sin parientes y tenía toda la torta. Era ingeniero, pero no vivía
de eso, sino que estaba con el tema de los caballos. Todavía no sabía bien
como, pero era una mina de oro y había que aprovecharla.