Como un simbalión. Como
una estructura que se apoya en las bases que componen mi mente, es que hablo
conmigo para no soltar la cordura.
Y aquí estoy, rodeado de
un blanco pálido que engarza el negro golpetear de mis latidos estrechos,
profundos, marcados, esperando noticias desde algún más allá.
He tratado de elaborar
las retóricas cuando me quedé sin ideas. He usado materiales no usuales para
crear invención.
Inventé miles de
mecanismos físicos que evitaran la desidia, la maldad, el rencor. Usé las
palabras, las manos, los ojos y hasta el silencio para dar estocadas que
sacudieran las almas perdidas de cuantos agonizantes encontré, en numerosos
caminos.
Sacudí las hojas secas
en neuronas polvorientas, adormecidas por licores, estupidizadas por finos
granos claros de alguna cosa, sin obtener más que rojos párpados y no más que
elegantes aglutinamientos, vacíos de resolución.
Si, también he probado
el sabor de la espada alguna vez, amarga como raíces de tubérculos enterrados
que nadie ve, y es mi mérito haber pasado la prueba sin máscaras tiesas,
sostenidas por hilos.
Viví sin opio. Sin
ajenjo. Sin láudano. Y con cada creación, en cada paso que dejo, crece en mí
una especie de euforia para nada mundana, un elemento de algo que se adentra en
mi destrozado, solo, y siempre herido corazón, para entenderlo sin bajezas.
He creado instrumentos a
lo largo de mi vida. Tocados sólo por el centelleante ritmo de la aceleración
de mi cerebro. Descontrolado estuve en ocasiones, pidiendo a gritos un ínfimo y
áspero rastrojo de visualización, más allá de los iris equívocos de cualquier
espíritu.
Y así se fueron tejiendo
los mapas matemáticos de un anagrama politeísta, en falsas concepciones sanas,
y llegué a esto que soy hoy.
Un despojo. Veo agua
sucia en un pantano viejo, intentando atravesar el barro de las ecuaciones
nulas que no van hacia ningún lugar, y que jamás me prestan respuestas a los
ejes que formulo.
Busqué una
y otra vez una liana de fibra resistente que soportara mi peso, y cuando desistí
por fin, me arrastró la corriente hacia todo aquello que se presupone aceptado,
más por ser diferente es que lo padezco en el frío.
Ahora
navego en aguas tranquilas hacia flagelos que nadie desea, pero de los cuales
todos hablan y prueban, porque saben que la semilla de una amapola molida
retuerce vigilias y adormece cualquier vacilación.
El hecho es que estoy
aquí, sentado en un cuarto de polinomios sin números, y todo no es más que un
espejismo de cavidades profundas, tan profundas que puedo salir del agua y
llegar a una orilla, bucear en mi ser en brisas calmas y limpias, aún gritando
por la masa que se aleja arrastrada, mientras se ahoga, riendo perdida.
Espero encontrar el
bosque. Tengo dolor y lo siento. Pero viajo con estructuras. Hablo conmigo para
soltar el delirio. Sigo ahora solo, muy lejos ya del caudal. Y encuentro paso a
paso álgebras pequeñas de soluciones posibles, con mis sentidos intactos, sin
anestesias raquídeas.
Como ya te lo dije me despierta una sana envidia que alguien pueda escribir tan bien!!! un aplauso para el que te lo dictó al oido y otro para vos que supiste plasmarlo!!!
ResponderEliminarlos dos ultimos parrafos me gustan mucho. da para seguir el recorrido en el presente ese, hacia el bosque.
ResponderEliminarmauro