lunes, 14 de octubre de 2013

Escapando - Mauro Litvak

Las dos personitas iban corriendo por la cuesta y se dejaban caer sin pensar las consecuencias ni nada de lo que supuestamente puede llegar a ser importante. Ellos simplemente iban con el pecho adelante e inflado; y su pelo inevitablemente al viento por la velocidad de la bajada que era bastante empinada; y daba un poco de miedo. Ellos sin correr verdaderamente con impulso, simplemente se dejaban caer por la cuesta; que los dejaba llegar sin pensar y sin querer ser alguien o algo así; simplemente ellos dos: personitas jóvenes e inteligentes que por alguna razón son flacos; y uno rubio y otro morocho con remeras roja y azul respectivamente, y con ojos azules y marrones respectivamente, y con zapatillas nike y topper respectivamente. Tan flacos que parecieran casi desnutridos pero saludables, y con bastante buen sentido del humor; y amantes de lo verdaderamente no significante de la vida social y supuestamente universal y ostentosa,  para lo normal.         Lo Normal es lo que los persigue. Ellos escapan con una sonrisa enorme. El viento les infla los mofletes como globos que se expanden con cada porción mínima y centesimal de tiempo; que transcurre y nadie puede detener. Y cuando se inflaron mucho los mofletes uno de ellos empieza a gritar a lo indio, como una especie de gárgaras con tremolo, o algo así. Y simplemente la boca y los mofletes zigzaguean y parecen flácidos y esponjosos como los de bob esponja. Cayendo. En la calle no hay nadie excepto los arboles verdes y brillantes del hermoso otoño caliente del domingo. Con el sol que les ha tocado, sin nubes, y con olor a asado y hojas en el aire, ellos son felices. 

viernes, 11 de octubre de 2013

Deseos-Alejandra

DESEOS
Espero que aparezcas
Y no apareces.
Apareces cuando
no espero que aparezcas.
Me esfuerzo para
que seas olvido
Apareces cuando
Creo que eres olvido
Y sin embargo
Olvido que espero
Que aparezcas.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Mirada Perdida. Daniel S.-

Cuantas mentiras para una sola verdad habría dicho El Gran Lucio. Todavía recuerdo que cansado de verme de miseria en miseria me llevó a una curandera en Junín. Es como cuando te tiran las cartas Fabito, no tengas miedo. Y no lo tenía, sin embargo hoy veinte años más tarde me pregunto por qué no lo tuve, por qué no actué distinto, por qué no tomé una decisión por mí mismo.
Papá nos quería, Blanca y yo éramos su todo y a pesar de sus firmes negativas a tocar el tema, desde la enfermedad de mamá él cambió. Nunca pudo ocultarlo completamente sobre todo frente a Blanca, que con sus tres años más que yo siempre estuvo atenta al detalle. Una noche, la de su cumpleaños número catorce vino corriendo a nuestra habitación y con un claro Shhh me llevó en puntas de pie hasta la habitación de papá. Éste estaba sentado en la cama, de espaldas a nosotros que lo espiábamos por la abertura de la puerta. Su torso estaba encorbado, parecía transpirar, y mientras que con la mano izquierda sostenía una foto de mamá, con la derecha hacía algo que yo no podía divisar ni entender. Al ver mi desconcierto Blanca me habló al oído Vos no entendés pero eso está muy mal.
Nunca pude llorarla, la tarde en que lo supe me desmayé y al despertar en el hospital me dijeron que habían pasado cuarenta minutos, para mí habían sido meses. Me daba rabia ver a Blanca y a papá llorar sin consuelo cuando yo no. Me juraba en mis adentros que todo mi sufrimiento era mucho más profundo que el de ellos, y lejos de reprocharles, los quería aún más. Blanca dejó de llorar después de unas semanas, papá no. Una tarde mientras desde mi habitación lo escuché sollozar tomé un punzón y lo apreté fuerte contra la palma de mi mano izquierda. La sangre comenzó a brotar y por un instante el dolor fue tanto que creí posible llorar. Volví a desmayarme aunque esa vez desperté en mi cama.
Yo era más de mamá, Blanca más de papá y entre ambos grupos, creo yo, se habría formado una sinergía tierna, dulce; habríamos sido felices. Sin embargo, cuando mamá se fue una parte de ella se quedó conmigo y en mi afán de no dejarla ir le regalé mi parte más preciada, esa que dice que sí cuando todo indica que no. Blanca fue la primera en notarlo mientras que papá necesitó más tiempo, y temiendo que para entonces sea demasiado tarde se abalanzó tanto sobre mí que terminó descuidando a Blanca, con quien nos fuimos uniendo poco a poco más y más.

Ella se casó, tiene dos hijos y aunque sé no es la mujer que de niña soñó así está bien; sonríe de vez en vez. Yo no me casé ni tengo hijos, y a pesar de entender de blancos y negros en mi vida abundan los grises. Hace poco me crucé con León, el hermano de papá, y siendo condescendiente me preguntó cómo estaban las cosas entre nosotros. A Lucio no lo veo hace ya unos seis años le dije, y en un tono triste agregó Nosotros sus hermanos le pusimos El Gran Lucio por ustedes. Vos y Blanca son dos chicos bien. Él hizo todo lo que pudo y estamos muy orgullosos.