Sentado sin más que hacer frente a la computadora, mañana de esas tranquilas. Tuve hambre, o la simple sensación de querer salir a comprar algo y a eso me dispuse; abrigo encima y a caminar. Me sugerí en el camino un alfajor o algo con gusto a vainilla pero no supe qué, terminaría por decidirme luego.
Llegando a la primer esquina divisé unas pequeñas jaulas apiladas una arriba de otra, giré mi vista hacia la derecha y reconocí la pajarería tan atestada de gente como siempre. Volví la mirada en dirección a las jaulas, estaban próximas a mi y las vi en detalle. En la parte inferior se encontraba un conejo, el ángulo de mi visión era limitado desde mi metro y ochenta por lo que me incliné. Para mi sorpresa vi varios conejos y pensé qué espacio tan reducido para cinco conejos. Luego de unos segundos abandoné tal pensamiento y pasé a la jaula de arriba. Ahí había pájaros, pequeños y de muchos colores, parecían contentos y cantaban, o al menos eso se supone al escucharlos emitir esos característicos sonidos.
Fui corriendo mi vista en forma vertical, en las próximas tres jaulas vi distintos tipos de pájaros. Maldije internamente por no saber mas de ellos, por algún extraño motivo me habría gustado saber a qué especie pertenecían. Entre divagaciones mentales y sentimientos de pena divisé la presencia de una mujer a mi derecha; la miré y me preguntó cuál de todos me gustaba. Hice referencia a los conejos pero más que gustarme me daban la impresión de fastidio, esa pequeña jaula era definitivamente chica para ellos, estaban casi inmóviles. Interrumpí mi propio discurso diciendo que tan sólo me encontraba de paso, no tenía intensiones de comprar nada.
Minutos más tarde me encontraba volviendo del quiosco comiendo un bocado que sabía raro, volví a pasar por la pajarería e inmediatamente la mujer me reconoció desde los adentros del local. Se acercó y preguntó en tono airoso si me había decidido a comprar algo. Le pregunté los precios de cada uno de los pájaros y por último el de los conejos. Eran ellos los más caros y parecían mirarme desde lo bajo cuando en ese momento se sumó a la escena una madre con su hija, ambas hablaban con voz apagada acerca de lo lindos que eran los pequeños animales. Sin decir nada volví con cierto malestar a mi caminar.
Pensé en la libertad, ¿hay un precio que pagar?, ¿y pero cuando uno no tiene siquiera la oportunidad de pagarlo? ¿Cuál es la libertad para esos conejos o para esas aves? Pasar de una jaula en plena avenida a otra en un hogar para ser la marioneta de un niño, en el mejor de los casos, dulce, es y será el futuro de tales animales.
Mi vida comenzó lo suficientemente llana como para no dar cuenta de este tipo de cuestiones, para no tener siquiera la oportunidad de plantearlas, y lo que hoy me entristece es pensar que nosotros los humanos también estamos encerrados en recipientes de igual proporción. Vivimos en un hogar, salimos a trabajar, a estudiar, de vacaciones y la posibilidad de jaulas nos parece lejana, o quizás incluso ni siquiera se plantea. Y esa posibilidad es la tragedia, porque claro, la libertad del canario cuesta veinte pesos pero la del conejo veinticinco.
Hay algo triste que todos deberíamos de saber, o al menos escuchar de vez en vez. Todos vamos camino a ser lo más cercano posible a lo que la sociedad quiere que seamos. Nos vamos a esforzar al máximo para ser lo que un ente quiere de nosotros. En el pasado se ponía en tela de juicio a padres que intentaban replicar en sus hijos sus fallidos propios sueños, hoy ni siquiera eso. La jaula ha aprendido el arte del camuflaje. Y mi pregunta es nuevamente cuánto vale la libertad. Pero la verdadera, no esa que me mueven de un sitio a otro para ser el títere de alguien más.
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ResponderEliminarPor eso dicen que la verdadera libertad, se encuentra en la imaginación. Es en el pensamiento el lugar en el cual somos libres. Porque aún teniendo conceptos preestablecidos que nos vienen de la educación y del entorno, podemos elegir pensar diferente y adoptar otra línea. Pero en la vida real, es lo que decís. Estamos atados por una punta o la otra, pero siempre tenemos un hilo que nos jala al costado.
ResponderEliminarMe gustó mucho!
una vez me dijeron que "lo imposible esta en la razón que el corazón la libere" quizás se adecue a este texto no? quien es el autor no figura nombre...
ResponderEliminar"...porque claro, la libertad del canario cuesta veinte pesos pero la del conejo veinticinco."
ResponderEliminarese fragmento me parece genial y creo que tiene todo el texto adentro. me gusto mucho. mauro litvak.
Perdón, caigo en la cuenta de que nunca me hice cargo del texto.
ResponderEliminarLo subí yo, Daniel.
Me gusta cuando de un hecho simple, una observación de la vida cotidiana se puede llegar a pensar cuestiones más macro, conceptualizar filosofías o plantear dudas de tipo "existencialistas". Y… además… como ya varios se podrán imaginar, estoy de acuerdo con tu opinión! Me gusta que te hayas jugado a decirlo: ¡¡¡a no quedarse dormidos y pelear por encontrar las llaves de esas jaulas!!!! Muy buen texto! Tere
ResponderEliminarYa iba a preguntar de quién era. Muy buen texto, me gusta que el punto es muy directo, pero a la vez es lo suficientemente amplio como "para que cada quien tire para su propio saco".
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