viernes, 28 de junio de 2013

Impunida-Alejandra

Impunidad
Impunidad, palabra que forma parte nuestras conversaciones cotidianas, sin sentarnos ni siquiera un segundo a pensar en que contexto la aplicamos. Solemos hablar de impunidad política, económica o estatal, pero  muchas veces  nos olvidamos de esa impunidad cotidiana, la que ostenta la gente común cuando lastima, hiere, agrede o insulta gratuitamente sin pensar que enfrente suyo tienen una persona tan humana como ellos….
El viento fresco que venía del río, hacia que la noche fuera aun más maravillosa, noche de luna llena, pensó al cerrar la puerta del departamento. Lara  había decidido encontrarse con un grupo de amigas a las que no veía hacía algún tiempo, aprovechando sus  últimos días de vacaciones. En esas reuniones solían repetir viejas costumbres: beber un buen trago, pedir una picada y charlar, sobre todo charlar. Los temas y las risas solían mezclarse atropelladamente  como en toda reunión de mujeres: el trabajo, la familia, los hijos, sexo y hombres, esos hombres  que nunca faltan.
Nunca imaginó que un simple mensaje de texto, mensaje al que en un primer momento intentó no prestarle atención para poder seguir con la charla, hiciera que aquellas preguntas que habían sido “cajoneadas” en su memoria tanto tiempo atrás hallaran su respuesta.
Lo leyó  tratando de que el resto  no registrara la expresión de su cara, la que oscilaba entre el asombro y la felicidad -¿A qué no sabés a quién vi?...- dos líneas, tan solo dos líneas. Pretendía disimular la excitación que ese pequeño-gran  mensaje le generaba, no sabía si tomarse el trago de golpe para recuperar la respiración, continuar con la charla u  ordenarle a su mente que dejara la euforia para más tarde. La reunión se le hacía interminable deseaba quedarse a solas para poder liberar sin reparos todo lo que aquel mensaje le generaba.
 Apenas subió al taxi que la llevaba de regreso a su casa, leyó el mensaje, una y mil veces, automáticamente lo guardó para que no se perdiera, necesitaba que se quedara allí, en su celular para volver a verlo cada vez que quisiera. Su cabeza no paraba, tantos años sin saber ni una palabra de él, tantos momentos que pedían permiso para volver a ocupar su lugar.
Lara insistió y mucho para que una amiga en común organizara un encuentro, necesitaba verlo, hablarle, pedirle perdón, ese perdón que había guardado por más de quince años. Diferentes sucesos se fueron dando, así sin planearlos, un  primer rencuentro, una charla informal con amigos, miradas cómplices, cuando en realidad los dos necesitaban estar solos.
 -¿Te llevó? Esa pregunta obvia que tuvo una respuesta obvia- Dale!! - Fue lo que dio comienzo a una nueva etapa en esta historia, lo que ninguno de los dos sabía es que sería la última. Y comenzaron más mensaje de texto, muchos más cientos, miles, algunos  en blanco, una clave  cómplice que habían inventado para no levantar sospechas, él ahora era un hombre casado.
Y llegó esa charla que nunca habían tenido antes, cuando la pasión, los besos, sus cuerpos era lo único que importaba. En algún lugar eran otros con otras vidas, más maduros. Si bien la atracción que sintieron el primer día que se conocieron seguía intacta, necesitaban decirse “todo”, no podían seguir cajoneando, como si supieran que ya no había tiempo.
Lara supo apenas  él empezó a hablar que ya no era ese joven introvertido e inseguro, era un hombre que le daba confesiones inimaginables para ella, respuestas a sus infinitas preguntas, un hombre sin sueños.
Él hablaba sin parar, le contaba verdades ocultas, sinceramiento, reproches,  un dolor que había guardado por esos quince años sin verlas y no le había permitido olvidarla.
- ¡No te vayas!- le rogó Lara pero ya no se podía, eran otros. Cuando la puerta se cerró, a pesar del llanto todo su pasado se aclaró, con una claridad totalmente transparente. -¿Dónde estaba yo cuando pasaba todo esto? ¿Cómo no me dí cuenta del sufrimiento que le provoque?- se preguntaba. Supo que había actuado con esa misma impunidad que criticaba en otros. Así Lara pudo ver como ese simple mensaje de texto  había generado nuevas preguntas, las que quizás tuvieran una única respuesta “SU EGOÍSMO”.

 

 

 

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