Acercándose a su sol, dejando la cueva atrás. La vestimenta
de tonos amarillos mostaza pero no brillantes, toda su ropa así. Su piel
absorbe el aire limpio del pasillo por el que transita, parecido a un
supermercado. Por los colores azules y rojos del aire y de la luz y por el olor
a carne picada; limpia y empaquetada aparece cada tanto en las paredes del
angosto pasillo. El eco de sus pisadas es el sonido que lo sigue de cerca sin
detenerse ni voltear la mirada. De ojos marrones con verde, la miel en sus ojos
agria por el miedo. Conduciendo sus pensamientos al temor inagotable por
siempre, o mejor dicho, desde hace tanto tiempo. Ambas manos rozan las paredes
como para sentir algo, para mantener el equilibrio, tal vez. Y las yemas se
queman, se hacen con el calor del roce que avanza. Los changos interpuestos en
el camino estorban todo, están llenos. Y con movimientos lentos y cansados él
tiene que saltar o mover. Llenos de papas fritas y de colores que reflejan; el
metal frio y el pescado sin olor. Sin prisa. La presión por hacerlo bien, por
llegar. La donación de su tiempo es totalmente insignificante como para seguir
maldiciendo. Sin saber que decir mejor callarse. Avanzar ahora que no hay
nadie, “por favor, avanzar” grita un cartel rojo brillante. La mirada que
obedece, entonces, tropezar. Caerse. Hacerse daño. Pensar en el suelo. Con el
moflete izquierdo y el cuello todo torcido, contra el piso limpio y lustrado
por el químico, frio y seco por la sombra constante. E intentar separar la cabeza
y que el suelo se te pegue, sentir lo duro, lo apretado, el dolor, sentirlo
aferrarse. Como la piel se suspende y se estira, no se puede soltar, como un chicle,
la goma seca y sucia, aferrada. Por un momento pensar que es mejor así, que
mejor quedarse. Así dormirse, aburrirse. Dejarse al tiempo. Dejarse totalmente.
Pero entonces sentir la vergüenza, levantarse, caminar. Escuchar el eco de tus
pasos, otra vez, que te persigue. Ver el pasillo frio y largo, interminable.
Saber que caer es una opción, querer dormir. Pero el suelo está muy lejos
ahora.
Qué talentoso que sos. No te la creas mucho, pero estás en otro plano de la creación. Yo creo que ya deberías tener publicados unos libros (unos cuantos). No sé como explicarte. Es una mezcla: de lo cotidiano, la infancia a veces, las relaciones humanas, sumado con tu estilo particular de escritura. La verdad, me gustaría verte llegar a las estrellas, si ése es tu deseo. El mío es que mucha gente te lea.
ResponderEliminarAnalía soy, dicho sea de paso.
Eliminargracias analia. es este momento me estoy agrandando pero voy a pincharme en un rato jaja.
EliminarComparto totalmente lo que te dice Analía MARAVILLOSO!!!!
ResponderEliminarMuy bueno. Pablo.
ResponderEliminarPD: Si falta algún comentario o algo fui yo recién sin querer, no manejo blogs y se me empiezan a abrir páginas tras páginas.
Es buenísimo, a todo eso que dice Analía le agregaría que tenés el encanto de escribir como pensamiento. Como que va fluyendo, se entiende? Bueno, excelente. Te sigo a todas partes, jaja.
ResponderEliminarMere
canto ser la presidenta del club de fans. ya somos varias viejas (incluido pablo, por supuesto) que nos embanderamos por vos!!
ResponderEliminarcómo que viejas? somos personas con experiencia, ejem!
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